S�NTESIS DOCTRINAL

Por Armando Di Pardo

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"Lo que era desde el principio...Lo que hemos visto y o�do, eso os anunciamos, para que tambi�n vosotros teng�is comuni�n con nosotros: y nuestra comuni�n verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesu-Cristo" (1�Jn. 1:1,3).

"Amados, no cre�is a todo Esp�ritu, sino probad los esp�ritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo. En esto conoced el Esp�ritu de Dios: todo Esp�ritu que confiesa que Jesu-Cristo es venido en carne es de Dios: Y todo Esp�ritu que no confiesa que Jesu-Cristo es venido en carne, no es de Dios; y �ste es el Esp�ritu del Anticristo, del cual vosotros hab�is o�do que ha de venir, y que ahora ya est� en el mundo" (1�Jn. 4:1-3)

"Cualquiera que se rebela, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios: el que persevera en la doctrina de Cristo, el tal tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no le recib�is en casa, ni le dig�is �bienvenido!" (2�Jn. 9,10)

"Mas a�n si nosotros o un �ngel del cielo os anunciare otro evangelio del que hemos anunciado , sea anatema. Como antes hemos dicho, tambi�n ahora decimos otra vez: SI ALGUNO OS ANUNCIARE OTRO EVANGELIO DEL QUE HAB�IS RECIBIDO, SEA ANATEMA" (Ga. 1:8-9)

INDICE

1. La Doctrina de Dios. Del Uno y Trino Dios.

1.1. La Persona y la Obra del Padre

1.2. La Persona y la Obra del Hijo.

a) Su Eterna Filiaci�n.

b) Su Encarnaci�n y Tentaciones.

c) Su Obra Expiatoria y Vicaria, sobre la Cruz del Calvario.

d) Su Obra Pos-Muerte

e) Resurrecci�n Corporal del Se�or.

f) Su Ascensi�n Corporal al Cielo; Su Ministerio Celestial y Su Futuro Retorno.

g) M�s Excelencias del Se�or Jesucristo.

1.3. La Persona y la Obra del Esp�ritu Santo.

a) Su Deidad.

b) Su Personalidad.

c) Su Obra.

d) El Esp�ritu Santo es Qui�n forma a la Iglesia del Se�or y le da dones espirituales.

e) Semblanzas B�blicas del Esp�ritu Santo.

2. La Santa Biblia.

a) Su Inspiraci�n.

b) Su Canon.

c) Su Autoridad.

d) Su Interpretaci�n.

e) Semblanzas B�blicas de la Palabra de Dios.

3. De los �ngeles.

�ngeles santos.

�ngeles ca�dos.

4. De la Creaci�n; del Pecado y su Condigno Castigo.

5. De la Salvaci�n.

6. De la Justificaci�n y Reconciliaci�n.

7. De la Regeneraci�n

8. De la Adopci�n.

9. De la Santificaci�n.

10. De las Buenas Obras.

11. De la Vida Futura.

12. De la Muerte y del Estado Intermedio.

a) De la Muerte.

b) Del Estado Intermedio de las almas de los Salvados.

c) Del Estado Intermedio de las Almas de los Imp�os.

13. De la Esperanza Bienaventurada del Creyente: El Advenimiento Corporal del Se�or Jesucristo, o Segunda Venida del Se�or.

A) Primera Etapa, antes de la Tribulaci�n.

B) Acontecimientos en la Tierra, luego del Arrebatamiento.

C) Segunda Etapa de la Venida de Cristo. (Al final de la Tribulaci�n)

D) El Reino Milenial.

14. De los Acontecimientos Posteriores al Milenario.

15. De la Segunda Resurrecci�n y del Juicio Final.

16. De los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra.

17. De la Iglesia.

18. Del Bautismo.

a) En cuanto a su importancia.

b) En cuanto a su significado.

19. De la Cena del Se�or.

20. Del D�a del Reposo.

La Doctrina B�blica de la Separaci�n

Aspectos personales en la vida del creyente

Aspectos de Separaci�n Eclesial B�blica o en orden a la Iglesia de Cristo.

Separaci�n de costumbres casu�sticas o pragm�ticas (el fin justifica los medios).

La Doctrina B�blica de la Unidad Cristiana

S�ntesis B�blica de Prop�sitos, Doctrina y Pr�cticas de la Iglesia Cristiana Evang�lica

 

1. La Doctrina de Dios. Del Uno y Trino Dios.

Reverentemente, afirmamos con las Sagradas Escrituras, que hay un solo Dios: el �nico y Eterno Dios Vivo y Verdadero.

Is. 45:21,22; Gn. 21.33 y Dt. 33:27;1�Ti 2:5; 1�Ts.1:9; 1�Ti.6:16

El Eterno Dios es Uno en Esencia, la cual es Esp�ritu (Jn. 4:24); y es Trino en Personas: El Padre, El Hijo, y El Esp�ritu Santo. La Sustancia, por ser Esp�ritu, es Indivisible y subsiste plenamente en las Divinas Personas, que son inconfundibles.

Dt. 6:4 comparar Jn. 10:30; Mt. 3:16, 17 y 28-20; 1�Jn.5:7,8

Nm. 6:27 comparar con 2�Co. 13:13 (Ver Secci�n 1.1. La Persona del Padre)

Por Su Unidad Sustancial, las Divinas Personas poseen los mismos Atributos y la misma Absoluta Perfecci�n, por lo cual no est�n sujetas a desarrollo progresivo alguno. Dios es Perfecto y por ello, �nticamente (o en Su Ser), es Inmutable.

Ex.3:14; Mt 5:48; Stg.1:17; Jn.5:18.21,26; He. 9:14; He. 13:8; Ap.1:8

Dios es el �nico Creador, Sustentador, Soberano Se�or y Regidor de todos los seres y las cosas, visibles e invisibles.

Gn. 1:1; Neh. 9:6; Jer. 31:35,36 y 33:25,26; Col.1:16,17; Ap. 4:11

S�lo a Dios adoramos "en Esp�ritu y en verdad" (Jn. 4:24).

Ex. 20:1- 7; Lc. 4:8; Jn 4:23 comparar 5:23 y 9:35-38; Ro. 1:18-25; Ap. 22 8,9.

1.1. La Persona y la Obra del Padre

Las Escrituras revelan que Dios es Eterna Fuente de Vida, cuyas aguas nos son dadas por El Padre a trav�s del Hijo y del Esp�ritu Santo, Sus Eternas Corrientes.

Sal. 36:8,9; Is. 12:2-6; Jer. 2:13; Jn. 5:26 comparar Jn. 4:10 y Jn. 7:37-39.

Tal divina secuencia indica que existe en la Deidad un Orden de Prelaci�n en el cual El Padre es siempre Primero, sigui�ndole naturalmente El Hijo y El Esp�ritu Santo, sin que ello afecte a la Una Sustancia eterna ni a la Co-igualdad e Integridad de las Divinas Personas. La locuci�n latina "Primus inter Pares" (Primero entre iguales), ilustra adecuadamente el caso. Ese Orden de Prelaci�n es Eterno pues El Padre es Qui�n "genera" al Hijo y del Padre "procede" El esp�ritu Santo (Jn. 6:57 a.; Jn. 15:26)

El Primado Paterno y la reverencial y eterna subordinaci�n del Hijo y del Esp�ritu Santo (no de esencia sino de Personalidad), se muestra en el hecho de que es El Padre Qui�n env�a al Hijo y al Esp�ritu Santo y da la Palabra y obra, sin que nunca sea enviado de Ellos.

Jn.10:29,30 comparar Jn. 12:45,49 y 14:28. Jn. 14:24; Jn. 5:17-20; Jn. 14:26 y 16:33.

El Padre es revelado como Eterno (Dt. 33:27 a., comparar Sal. 135:13); Santo (Jn. 17.11); Justo (Jn.17:25); Perfecto (Mt. 5:48); Misericordioso, Consolador, Piadoso (Lc. 6.36; 2�Co. 1:3 comparar Is.66:13 y Stg. 5:11); Soberano (Sal. 135:5,6; Stg. 1:18), Padre de Amor (Jn. 3:16; 1�Jn. 4:8-10 y v. 19; comparar Jn. 16:27) y de Gloria (Ef. 1:17)

Tanto el Plan de la Creaci�n como el de la Redenci�n, son del Padre, Qui�n, los preside y lleva a cabo con y/o por medio del Hijo y del Esp�ritu Santo.

Creaci�n: Gn. 1:1,2,26; Jn.1:1-3; 1�Co. 8:6 y Col. 1:15-17 comparar He. 1:2.

Redenci�n: Jn.3:16 comparar con Ef. 1:3-11, 2�Co. 5:18-21 y Col. 1:12-14; Jn. 6:37,44,65 comparar Jn. 10:27-29; Jn. 1:12,13 y 1�Jn. 3:1 junto con Ga. 4:4-7.

Por la Obra de la Creaci�n original, las escrituras lo presentan como Padre de los �ngeles y por implicaci�n, del hombre.

Job 1:6 y 2:1; comparar Job 38:7; Lc. 3:38; Is. 57:16, comparar He. 12:2b.

Padre del pueblo de Israel.

Os. 11:1; Dt. 14:1; Sal. 89:26.

Por la Obra de Redenci�n que es Cristo y por la engendraci�n del Esp�ritu Santo, es Padre de todos los renacidos.

Ef. 1:7; Jn. 1:12, 13; 1�Jn. 3:1.

La Eterna Elecci�n de los salvados es del Padre. El Eterno Padre, antes de la fundaci�n del mundo vio en Su Presciencia a todas las almas ante el Hecho de la Cruz y en Su Soberan�a y Justicia, escogi� "en Cristo" para ser Suyos para siempre a todos aquellos que convictos de pecado y viendo su perdici�n, clamar�an por Misericordia. A �stos predestin� a ser salvos, santos y sin mancha delante de �l en amor, por el arrepentimiento y la fe en Cristo; y a ser engendrados Sus hijos por El Esp�ritu Santo.

Ez. 18:4; 1�P. 1:1,2; Sal. 51:17; Hch. 2:37,38; Hch. 13:48; Ef. 1:1-14; Hch. 20:21; Ef. 2:8-10; Jn. 3:1- 16; Stg. 1:18; comparar Mt. 25:34, 46b.

Los impenitentes quedan condenados para siempre: Ro. 2:4-11; Jn. 3:14-21; 2�Ts. 2:7-12; He. 10:26-31; Jud. v. 4-7; comparar Mt. 25:41,46.

El Padre puso al Hijo por Cabeza de la Iglesia: Ef. 1:22,23.

Al Padre elevamos nuestras oraciones en el Nombre del Hijo.

Mt. 7:11 comparar Jn. 14:14 y 16:23; comparar Stg. 1:17.

El Padre glorifica al Hijo y a la vez es glorificado en El Hijo y por El Hijo.

Jn. 8:54 y Jn. 14:13; Jn. 17:4.

Al final de los tiempos, vencido todo enemigo, El Hijo entregar� el Reino al Padre y el Padre ser� todas las cosas en todos.

1�Co. 15:23-28.

1.2. La Persona y la Obra del Hijo.

Reverentemente, confesamos la Deidad Esencial y Propia del Se�or Jesucristo, Hijo Eterno de Dios, Segunda Persona de la Sant�sima Trinidad. (Mt. 1:1; Tit.2:13,14 y 3:4; Jn. 10:30 y 14:28).

a) Su Eterna Filiaci�n.

Creemos que El Se�or es el Hijo Eterno de Dios.

Esto implica que "Unig�nito" tiene una doble aplicaci�n:

I. Al hecho hist�rico del nacimiento virginal de Cristo. (Ga. 4:4)

II. Al hecho eterno en el cual El Padre, en el santo seno de la Deidad Inmanente (o en S� Misma), donde todo es Eterno y tiene dimensi�n de Eternidad, genera eternamente, de Su Misma Sustancia Una, Eterna e Indivisible, la Subsistencia Personal del Hijo. (Jn.10:30).

No es una "creaci�n" ni un "principio" cronol�gico del Hijo.

Es la necesaria expresi�n personal del efluvio de una Filialidad eternamente inmersa en las profundidades espirituales de la Deidad; en cuyo santo seno se hallan las Bases Espirituales Eternas del Insondables Misterio del Dios Uno y Trino, a Qui�n postrado, adoramos.

Jn. 1:18 comparar Sal. 2:7,12 y He.1:1-10; Sal. 95:6.

El Hijo es pues Eterno: en Sustancia, la misma del Padre, con Sus Atributos y Perfecciones; y en Filialidad, eternamente engendrada del Padre en el Seno Divino.

1) Los Atributos de Eternidad, Perfecci�n e Inmutabilidad Divinas, prueban la eterna Filiaci�n del Se�or.

"Yo Soy El Que Soy", dijo Dios (Ex. 3:14), con ello se define a S� Mismo como Eterno, Perfecto y �nticamente Inmutable. (Ver Dt. 32:4; Sal. 102:27; Mal. 3:6)

Luego, tambi�n lo son las Tres Personas de la Una Deidad; y Son Qui�nes Son: Padre, Hijo y Esp�ritu Santo, desde siempre y para siempre. (Sal. 90:2; Mt. 5:46; Stg. 1.17; Jn. 15:26) el Hijo es, pues, el Eterno Hijo del Eterno Padre.

La Encarnaci�n y resurrecci�n del Se�or, en las que fue llamado y declarado "Hijo de Dios" (Lc. 1:35; Ro. 1:4), no afectan Su Eterna Filiaci�n. De hecho, la confirman, pues la incorporan, reciben de su plenitud y manifiestan, en y a trav�s de Su Naturaleza Humana, por eso engendrada divinamente y vitalmente unida a la Divina en la Una Persona Teantr�pica (Divino- Humana) la cual es Cristo. (Jn. 1:1, 14; Col. 1:17, 19 y 2:9).

2) Cristo mismo establece Su Eterna Filiaci�n.

"Todas las cosas me son entregadas de mi Padre: y nadie conoci� al Hijo, sino el Padre; ni al Padre conoci� alguno, sino el Hijo, y aqu�l a quien el Hijo lo quisiere revelar". (Mt. 11:27)

El Se�or define all� actos personales: el Padre entregando y el Hijo recibiendo; y alude a un conocimiento mutuo tan eminente y exclusivo, que s�lo puede serles propio por Su Naturaleza y Personalidad Divinas.

Su Naturaleza Humana no lo pose�a de por s�, pues de ella se nos dice que "crec�a en sabidur�a" (Lc. 2:52) y el mismo Se�or dijo no saber el d�a y hora de Su pr�xima venida (Mr. 13:32 comparar Hch. 1:7).

En su Oraci�n Pontifical Cristo dijo: "Padre, glorif�came T� cerca de Ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de Ti antes que el mundo fuese" (Jn. 17.5); y m�s adelante: "Las palabras que me diste les he dado; y ellos las recibieron y han conocido verdaderamente que sal� de Ti y han cre�do que T� me enviaste" (v. 8)

El Se�or, s�lo como Eterno Hijo de Dios pod�a rogar por la gloria que ten�a cerca del Padre "antes que el mundo fuese"; y s�lo como Hijo conciente de Su Eterna Filiaci�n, pod�a decir: "Sal� de Ti" y "T� me enviaste"

Conclusi�n: la fraseolog�a de "Padre" e "Hijo", refiere aqu� a ambos como Personas Eternas, que por serlo se conocen en perfecci�n (Jn. 8:54-58). Y esto define al Hijo, a trav�s de Sus propias palabras, como El Eterno Hijo del Eterno Padre.

V�ase tambi�n en este contexto, las siguientes Escrituras:

Gn. 32:29,30 y Jue. 13:18 comparar Pr. 30:4, comparar Dn. 3:25.

Sal. 2:7 comparar Jn. 1:18 y He. 1:2, 8. Jn. 10:36; Jn. 17:24; Col. 1:15-17.

3) Dos axiomas teol�gicos, confirman la Eterna Filiaci�n de Cristo.

(i) Eterno Padre, requiere Eterno Hijo. (Los puntos anteriores lo prueban).

(ii) Solo Una persona Divina, puede ver, conocer y revelar a las Otras Personas Divinas.

                    Mt. 16:16,17; Ga. 1:15,16; Jn.1:18; Jn.8:38; Jn. 16:13-15; 1�Co. 2:9-16.

b) Su Encarnaci�n y Tentaciones.

El Se�or Jesucristo es Dios eterno Humanado.

1� Ti. 3:16; Jn.1:1-4 y 14,18; Mt. 11:27; Jn.14:6-11.

Jn. 8:23, 42 y 54-58; Jn. 17:1-5 y 24.

Su Encarnaci�n, complementa en la Tierra, el "anonadamiento" del Hijo Eterno obrado en el Cielo, Qui�n se despoj� de la Gloria de Su "Forma de Dios" para tomar "la forma de siervo" que es la forma humana. (Fil. 2:5-11 comparar He. 2:14-17)

Quien niegue la Encarnaci�n del Se�or, es falso profeta, gobernado por el esp�ritu del Anticristo. (1�Jn. 4:1-3).

Su impecable humanidad, fue concebida divinamente por mediaci�n del Esp�ritu Santo, en la bienaventurada virgen Mar�a.

Is. 7:14 y 9:6, Lc. 1:26-38; Mt. 1:18-25; Ga. 4:4, comparar Mr. 14:60-62.

Fue tentado en todo, seg�n nuestra semejanza, pero sin pecar jam�s. Sus tentaciones no fueron subjetivas u originadas en S� mismo. �l era santo, sin m�cula de pecado.

Las tentaciones le ven�an pues desde afuera, del Diablo, de los demonios y de los hombres. Su Victoria consisti� en discernirlas, decidir ejercer su facultad de "puedo no pecar", (cosa que Ad�n no hizo en el Ed�n), y resistirlas o rechazarla. As� el Se�or se mantuvo en estado de impecabilidad o en la condici�n de "no poder pecar". Triunfante, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

Mt. 4:1-11 comparar Lc.4:13 y 22:28.

Ro. 8.3; He. 2:16-18 y cap. 4:15; Jn. 14.30; He. 7:24-28.

c) Su Obra Expiatoria y Vicaria, sobre la Cruz del Calvario.

El derramamiento de Su preciosa Sangre y Su muerte sobre la Cruz, d�ndose a S� mismo en precio del rescate por todos, constituyen Su Obra Expiatoria para con Dios y Vicaria a favor nuestro (1�Ti. 2:6). Su Sangre y Su Muerte fueron necesarias.

(1) Su Sangre

Dios, por designio creativo, dio a la sangre un valor f�sico y metaf�sico.

F�sico, o con relaci�n al cuerpo, porque la sangre es la vida de la carne. (Gn. 9:4).

Metaf�sico, o con relaci�n al esp�ritu y al alma (Gn. 2:7) porque la sangre por ser la vida de la carne, permite a nuestro ser racional morar en el cuerpo y usarlo para su plena realizaci�n. (Lv. 17:14; Gn. 1:26-28; Gn. 2:8-17). La sangre pues, el elemento medianero vital, en toda acci�n y actividad sicosom�tica (espiritual-corporal).

Por tal designio, la sangre tuvo parte en la ca�da del hombre, pues Satan�s, por la tentaci�n, logr� que el alma transgrediera toda ley y designio, y usara el cuerpo para pecar contra Dios (Gn. 3:6). La sangre, all�, facult� vitalmente al cuerpo y a la vez, fue nexo medianero vital en esa acci�n sicosom�tica pecaminosa.

Dios, en Su Justicia, castig� con la muerte o separaci�n; y en Su Sabidur�a y Misericordia, estableci� en la sangre el designio de expiar el pecado, con lo cual redim�a al pecador, vindicaba el designio original de la sangre y derrotaba a Satan�s.

"Porque la vida de la carne en la sangre est�: y Yo os la he dado para expiar vuestra persona sobre el altar" (Lv. 17:11). La Justicia exige derramar la "Vida" o sea la sangre; la Misericordia, al decirse "sobre el altar", provee un "sustituto" para ello, ofrecido en sacrificio a Dios, en lugar y en favor del pecador.

Un sustituto es exigido porque el pecador no puede redimirse a s� mismo. Su sangre est� bajo pecado; s�lo produce muerte, pero no destruye al pecado que la produce; no sirve pues para expiaci�n y s�lo evidencia la victoria del Diablo. (Sal. 49:1-12)

La sangre de animales sustitutos, sacrificados seg�n el Antiguo Testamento, era insuficiente: no ten�a valor humano ni santidad moral. Dios mand� ofrecerla, s�lo como tipo y figura de la sangre que Dios mismo, en Su Gracia, hab�a ya predestinado para obrar una perfecta expiaci�n: �La Sangre de Su Hijo! (He. 9:1-14; 10:5-10).

Cristo es el Cordero de Dios, "sin mancha y sin contaminaci�n, ordenado desde antes de la fundaci�n del mundo". (Jn. 1:29; 1�P. 1:18-20).

Su sangre es "preciosa": no ten�a herencia de pecado y siempre fue el nexo medianero vital del uso santo que Cristo hizo de Su cuerpo. (1�P. 2:22). Por tal santidad y relaci�n metaf�sica incontaminada, era la �nica con virtud intr�nseca para ser derramada en propiciaci�n y deshacer al mismo tiempo al pecado. (1�Jn. 2:2; He. 9:26). Por eso: "Jehov� carg� en El, el pecado de todos nosotros" (Is. 53:6). Esto no es simb�lico sino un hecho literal.

Pero: �"Qu� es" el pecado, esencialmente, para que pueda ser "cargado en Cristo"? Solo conocemos sus efectos y por eso sabemos que est� all�, dentro nuestro (Mr. 7:20-23). Pablo lo llama "aguij�n" mort�fero (1�Co. 15:56). Es pues como un "virus" moral letal y filtrable; un "imponderable" nocivo espiritual. Se origin� en un querub�n o �ngel superior (Is. 14:12-14; Ez. 28:13-19), qui�n, a trav�s de su palabra mentirosa, lo infiltr� en el hombre (Jn. 8:44). Proviene pues de una "dimensi�n" angelical, que es mayor que la humana (Sal. 8:5), por lo cual no puede ser "aislado" ni destruido por el hombre. Solo Dios, a cuyos ojos "todas las cosas est�n abiertas y desnudas" (He. 4:13), puede "ver" la real esencia del pecado y "cargarlo" en Su Hijo, sobre la Cruz.

Por el designio de la relaci�n metaf�sica de la sangre, esta fue elegida por Dios como el lugar de confrontaci�n. El Se�or, sobre la Cruz, con el Poder Inmune de Su Santidad, enfrent� al pecado que a Su sangre fue tra�do, �y lo deshizo! (Is. 44:22).

Esa obra por El Se�or "en" y "con" Su sangre, no hubiera sido posible "sin" Su sangre. Por eso las Escrituras hablan indistintamente de la sangre como de la obra hecha "en" y "con ella"; y las identifica como siendo una misma cosa. As� leemos: fe "en" Su sangre (Ro. 3:25); santificados "en" Su sangre y "por" Su sangre (He. 10:29 y 13:12); nos lav� "con" Su sangre y nos hizo "reyes y sacerdotes" (Ap. 1:5,6); y "por" Su sangre tenemos redenci�n (Ef. 1:7), paz con Dios (Col. 1:14, 19, 20), libre acceso al Santuario Celestial (He. 10:19-22), victoria sobre Satan�s (Ap. 12:11); y "la" sangre nos limpia de todo pecado (1�Jn. 1:7). "Por" Su sangre, El Se�or gan� a Su Iglesia; hizo cercanos a los gentiles y derrib� la pared intermedia de separaci�n jud�o-gentil, estableciendo el nuevo hombre o la nueva criatura. (Hch. 20:28; Ef. 2:11-22; Ga. 6:15). �Preciosa sangre del Se�or! �Ay de qui�n la tenga por inmunda! (He. 10:29).

(2) Su Muerte

"La paga del pecado es muerte". (Ro. 6:23 a).

El pecado acarre� dos clases de muerte: espiritual y f�sica. Muerte espiritual, o separaci�n de Dios (Ro.3:23), es el castigo del delito de la rebeli�n y desobediencia al Se�or (Gn. 2:16,17). Muerte f�sica, o separaci�n del esp�ritu/alma del cuerpo, es el castigo del delito de haber usado al cuerpo para pecar (Gn. 3:6 y vs. 17-19).

El Se�or Jesucristo muri� ambas muertes por nosotros:

1. La muerte espiritual, (o separaci�n de Dios), sobre la Cruz misma, cuando fue hecho pecado y maldici�n por nosotros (2�Co.5:21 y Ga. 3:13). All� la espada de la Justicia de Dios, le hiri� en el lugar Sant�simo de la Unidad Esencial entre Su Naturaleza Divina y Su Naturaleza Humana; y El Padre escondi� de �l Su rostro (Zac. 13:7, comparar He. 4:12; Is. 53:3-5). Su esp�ritu humano, en el paroxismo de ese dolor, clam�: "Dios m�o, Dios m�o �Por qu� me has desamparado?" (Mt. 27:46 comparar Lm. 1:12).

La Persona Teantr�pica (Divino-Humana) unida en la Encarnaci�n, es separada sobre la Cruz. Separaci�n real y de valor eterno aunque moment�nea, pues luego, antes de expirar, llama "Padre" nuevamente a Dios, prueba de que la separaci�n hab�a cesado.

2. La muerte f�sica que ocurri� cuando Jes�s, "clamando a gran voz, dijo: Padre encomiendo mi esp�ritu. Y habiendo dicho esto, expir�" (Lc. 23:46)

(3) Unidad y Distinci�n, Sangre-Muerte, en el Un Sacrificio de Cristo.

Sobre la Cruz, la muerte no advino por el derramamiento de la sangre ni por rotura del coraz�n, sino cuando el propio Hijo de Dios, encomend� Su esp�ritu en las manos del Padre y luego en un acto definido de Su voluntad, -(as� lo indica el sentido del original Griego)-, dio Su esp�ritu. (Mt. 27:50; Lc. 23:46 comparar Jn. 10:17,18)

Tal hecho, prueba que debe hacerse una distinci�n entre el derramamiento de Su sangre y Su muerte, aunque sin separarlos en el Un Sacrificio Expiatorio y Vicario.

He aqu� la distinci�n: (i) Solo Su sangre trat� al elemento "pecado" y lo deshizo y limpi�, al tiempo que era derramada en propiciaci�n. (He. 9:22b. y v. 26; He. 12:24; 1�Jn. 2:2); (ii) Solo Su muerte -la espiritual y la f�sica como un todo-, llev� la culpa y el fruto del pecado, pag� su castigo, y fue para Dios olor suave (Ef. 5:2).

Ambos hechos son exigidos a un solo efecto expiatorio y vicario; y solo Cristo los obr� sobre la Cruz: all� "llev� nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1�P. 2:24a), y los limpi� con Su sangre (Is. 1:16, 18; 1�Jn. 1:7); y all� pag� las consecuencias y el castigo del pecado, muri� por nosotros y al hacerlo, destruy� al Diablo, que ten�a el imperio de la muerte. (Ro. 5:6-8; He. 2:14-17).

Conclusi�n: Su sangre y Su muerte, son imprescindibles. Cada elemento se distingue del otro, pero sin separarse; cada uno tiene su funci�n espec�fica, pero no se disocian; y ambos concurren, -sin confundirse-, al mismo Un Acto Sacrificial y Expiatorio para con Dios, y Vicario a favor nuestro.

�Ay de quien tenga en poco, una salvaci�n tan grande! (He. 2:3).

d) Su Obra Pos-Muerte

Su Esp�ritu, en las manos del Padre, sube al Cielo. All�, cumple todas las figuras que de �l fueron dadas en el Pont�fice Lev�tico, el cual, una sola vez al a�o, en el D�a de la Expiaci�n, entraba al Lugar Sant�simo del Templo terrenal para rociar la sangre del animal sustituto que acababa de sacrificar sobre el altar. (Lv. cap. 16).

As� El Se�or, inmediatamente despu�s de Su sacrificio vicario sobre la Cruz, entr� al Santuario Celestial para esparcir Su propia sangre ante el Trono de la Gracia, una sola vez y para siempre, en Testimonio y Memorial Eterno. (He. 9:1-12 comparar v. 24; He. 12:22-24; comparar Ap. 5:6-14).

Luego fue al Para�so, conforme la promesa dada al ladr�n penitente (Lc. 23:43; comparar 2�Co. 12:1-4).

De all� desciende al abismo, para reclamar la victoria de Su Cruz sobre todo poder del enemigo (Ef. 4:9 y 1�P. 3:18-22). En Job 28:22, se nos da un cuadro prof�tico de ello, pues hablando de la sabidur�a Divina, que el Nuevo Testamento refiere a Cristo (1�Co. 1:24; Col. 2:2,3), leemos:

"El infierno y la muerte dijeron: su fama hemos o�do con nuestros o�dos".

"Infierno", en el original hebreo, lee "Abbadon" (Destructor), nombre que en Apocalipsis 9:11, se da al rey de los demonios del pozo del abismo o sea, a Satan�s. Todos ellos, sean los que est�n en prisiones de oscuridad u otros (Jud. vs. 6,7; Lc. 8:23-33), debieron postrarse ante El Se�or (Ver Mt. 4:8-10 con Is. 45:23,24 y Fil. 2:9-11). Cristo despoj� a los principados y potestades malignos de su se�or�o y dominio y los sac� a la verg�enza en p�blico (Col. 2:15 comparar Dn. 10: 2-13 y vs. 20,21; Ef. 6:12 ).

Y tiene las llaves del infierno y de la muerte (Ap. 1:17,18).

Finalmente, al tercer d�a, va al sepulcro, en busca de su cuerpo yacente, que deb�a ser resucitado (Mt. 16:21).

e) Resurrecci�n Corporal del Se�or.

"El aguij�n de las muerte es el pecado" (1�Co. 15:56). Destruir al pecado es pues vencer a la muerte. La sangre de Cristo lo hizo (Ver Secci�n (c), parte (1) Su Sangre ). Esa victoria de Su sangre es pues el Fundamento Legal de Su resurrecci�n corporal.

En efecto: Cristo no muri� por causa de pecado propio, pues nunca pec�; y los pecados nuestros fueron puestos sobre �l, fueron deshechos por Su sangre; de modo que cuando Su cuerpo muere, lo es en estado de santidad. La muerte entonces, no ten�a derecho legal alguno para retener el cuerpo santo del Se�or, quien por la misma raz�n, ten�a todos los derechos para levantarlo de la tumba. Por eso, Cristo mismo predijo que lo har�a (Jn. 2:18-22; Jn. 10:17,18); cosa posible, en cuanto a derecho legal, por la obra de Su sangre; y en cuanto al Poder para hacerlo, por Su Unidad Esencial Trinitaria con El Padre y El Esp�ritu Santo, todos actuantes en la resurrecci�n (Ef. 1:17-21; Ga. 1:1; Ro. 1:4 y 8:11). El Dios Trino, ejerce Su Atributo Natural de Omnipotencia, alabado en la armon�a de la Deidad por el Atributo Moral de Su Justicia, y el cuerpo yacente de Cristo es levantado triunfante de la muerte, en Cuerpo de Gloria que no puede m�s morir (Hch. 2:22-32; Ro. 6:9; Fil. 3:20,21).

El Cristo que es Vida (Jn. 14:6), es ahora "muerte de la muerte" (Os. 13:14), y Su Victoria qued� por siempre sellada, en las cicatrices eternas. (Jn. 20:24-28).

Esas marcas eternizaron en ellas el hecho de la Cruz, e identificaron al cuerpo de la resurrecci�n, como el mismo cuerpo que fue crucificado y sepultado. Esto prueba que la resurrecci�n corporal del Se�or, fue una experiencia sustantiva, de car�cter f�sico absoluto, comprobable y comprobada. (Lc. 24:1-6 y vs. 36-46). (*)

El cuerpo resucitado de Cristo no est� limitado a la dimensi�n espacio, tiempo, gravedad o materia, como nosotros lo estamos. Su cuerpo, siendo f�sico, es sin embargo "cuerpo espiritual" (1�Co. 15:44), con una estructura corporal sublimada, engendrada de Dios (Ro. 1:4 comparar Ro. 8:11,23 y He. 7:26 �ltima cl�usula), cuya textura le permite traspasar los vendajes con que fue sepultado; entrar en aposentos con puertas cerradas; desaparecer instant�neamente de la vista humana y, a la vez ser compacto, palpable y apto a�n para ingerir alimentos naturales. (Jn. 20:1-7 y vs. 19,20; Lc. 24:28-46; Jn. 21:1-14; comparar 1�Jn. 1:1).

En el orden c�smico, la resurrecci�n de Cristo es la respuesta de Dios a la necesidad de salvaci�n de la materia, que, desde la ca�da, gime en las criaturas sub-humanas y en el universo material, mientras esperan la bendici�n en el Milenio (Is. 11:1-9), y la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Ro. 8:19-25). En la universal, el fin de lo presente y el nuevo Cielo y la Nueva Tierra (2�P. 3:12,13; Ap. 21:1).

En cuanto a la redenci�n, la resurrecci�n de Cristo es base Inconmovible de la Fe (1�Co. 15:12-58 comparar Hch. 17:31); y es la garant�a de la resurrecci�n corporal de todos los salvados por la fe en Su sangre, que ser�n resucitados y/o transformados en cuerpos semejantes al Cuerpo de Su Gloria, en Su Venida (1�Co. 15:20; Fil. 3:20,21). En anticipo, se nos dice que Dios "nos dio vida juntamente con Cristo y juntamente, nos resucit� y nos hizo sentar en los Cielos con Cristo Jes�s". (Ef. 2:4-7).

f) Su Ascensi�n Corporal al Cielo; Su Ministerio Celestial y Su Futuro Retorno.

Creemos que El Se�or Resucitado fue visto por mujeres piadosas a qui�nes encomend� ir y dar las nuevas a los ap�stoles. (Mt. 28:1-10; Lc. 24:10; Jn. 20:11-18).

Inmediatamente subi� al Cielo para presentarse al Padre (Jn. 20:17), Qui�n le invisti� de Todo Poder en el Cielo y en la Tierra, como primer gran galard�n de Su Victoria (Mt. 28:18; Ef.1:19-23 comparar Fil. 2:9-11; y contrastar con Lc. 4:5-8).

Baj� luego al mundo y por cuarenta d�as apareci� "con muchas pruebas indubitables" a los ap�stoles y disc�pulos aparejados por Dios como testigos de ello (Hch. 1:3; Lc. 24:13-44; Jn. 20:19-29; Jn. 21:1-22; 1�Co. 15:3-7).

Les dio sus �ltimas ense�anzas y el mandato de ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura, ense��ndoles todo cuanto �l hab�a mandado; y prometi� estar con los suyos "todos los d�as" "hasta el fin del mundo". (Mt. 28:18-20; Mr. 16:15-18; Lc. 24:45-48).

Finalmente, les mand� asentar en la ciudad de Jerusalem hasta ser vestidos de potencia de lo Alto, con la virtud del Esp�ritu Santo �l les enviar�a desde el Cielo. (Lc. 24:49; Hch.1:8).

1. Desde el Monte del Olivar, ascendi� corporalmente al Cielo. Esto prueba que el Cielo es literalmente "un lugar" y no meramente un "estado" o "condici�n" metaf�sicos o de "elevaci�n espiritual", etc. (Jn. 14:1, 2).

"Fue alzado" y "recibido arriba" (Hch. 1:2 y v. 9); y el Padre lo sienta a Su Diestra en Su Trono, como Pont�fice Eterno seg�n el Orden de Melchisedec. (Sal. 110).

"Melchisedec", Rey y Sacerdote del Dios Alto (Gn. 14:18-20), es figura de Cristo y no una "preencarnaci�n" de �l. Se interpreta como "rey de Justicia" y "rey de Paz" (He. 7:1,2), lo cual refiere a la Obra de Cristo crucificado (2�Co. 5:21; Ef. 2:14 a.; Col. 1:20; Ro.5:1). Su Sacerdocio (anterior en mucho al Lev�tico), representa un Orden Eterno (Sal. 110:4; He. 7:21), pues no caduca por la muerte f�sica del Sacerdote. Por lo tanto el �nico Pont�fice es Cristo Resucitado, cuyo Pontificado no es transferible a persona alguna ni delegable en Su autoridad (He. 7:23,24). Melchisedec, ofreci� "pan y vino" a Abraham, lo cual completa la figura, que apunta a Cristo instituyendo los s�mbolos de Su Cuerpo y Su Sangre ofrecidos en la Cruz. (1�Co. 11:23-26).

El "Orden de Melchisedec", es pues el "Orden V�a Crucis" o por v�a de la Cruz, que viene "de antes de la fundaci�n del mundo" (1�P. 1:18-20), y tiene a la Cruz por fundamento. Precisamente, las primeras palabras de la Cruz: "Padre, perd�nalos porque no saben lo que hacen" (Lc. 23:24), dichas con el primer brotar de la sangre del Crucificado, muestran que Su Sangre es el Fundamento de Su Ministerio Intercesor.

Quien fue Pont�fice Sufriente sobre la cruz, es el �nico que tiene el derecho de ser Pont�fice Intercesor Triunfante y Eterno, en el Trono Celestial.

2. Durante diez d�as, (contados terrenalmente ), mientras los ap�stoles y disc�pulos oran y esperan en el aposento alto de Jerusalem (Hch. 2:12-14); El Se�or, en el Gran Aposento Alto y Sant�simo del Cielo (Is. 57:15 a.b.), recibe la Honra y la Gloria que por su Obra en la Cruz, se merece. Sentado a la Diestra del Padre, goza el sublime gozo que le fue propuesto, por el cual sufri� la Cruz y menospreci� la verg�enza (He. 12:2). Cada desprecio, cada dolor, es ahora vuelto en Gloria y Gozo Inefable.

3. El Pont�fice, Unig�nito de Dios y Primog�nito, de Sus hermanos, no olvida que estos oran expectantes en Jerusalem. Extiende Sus manos al Padre, Quien procede a darle la Promesa del Esp�ritu Santo. Es la Fiesta de Pentecost�s; y el Cordero de Dios, bautiza a Sus ovejas con El Esp�ritu de Dios (Jn. 1:29 y v. 33; He. 2:32,23).

Lenguas de fuego se posan sobre sus cabezas; hablan de las maravillas de Dios; y una gran cosecha del trigo santo que surge del grano de trigo muerto y resucitado, (Jn. 12:24), es recogida en alfol�es eternos. (Hch. cap. 2). Ahora la Iglesia es Su Cuerpo y �l es Su Cabeza ; somos miembros de �l, de Su Cuerpo, de Su carne, de Sus huesos; Su Esp�ritu se bautiza "en" nosotros y nos bautiza "en" Cristo (Ef. 1:22,23; Ef. 5:22-32; 1�Co. 12:13). Desde Su Trono, �l gobierna a Su Iglesia y Su Trono es Trono de Gracia para ella (He. 4:14-16).

4. Su Pontificado Intercesor contin�a. Sobre la base de Su Victoria en la Cruz, �l es nuestro abogado cuando pecamos (Ro. 8:34; 1�Jn. 2:1,2); y nuestro defensor contra las acusaciones de nuestro adversario el Diablo (1�P. 5:8, comparar Job 1:6-12 y Ap. 12:9-11).

5. Su Intercesi�n tiene otras avenidas de Gracia: nuestras oraciones son all� avaladas por la Persona, la Obra y El Nombre de Cristo. Su sangre all� rociada, Su Persona, Sus cicatrices, Su Palabra de Amor, Su Nombre sobre todo nombre; todo y del todo a favor nuestro (Jn. 16:23-27; Ro. 8:31,32; Fil. 2:9-11). El Padre contesta y bendiciones fluyen de lo alto. (Stg. 1:17,18). �Tal nuestro Pont�fice! (He. 7:21-26).

6. Hay m�s a�n. Su Ministerio Celestial sobreabunda en Gracia y �l debe cumplir Su promesa a los suyos, debe prepararles lugar en la Casa de Su Padre. (Jn. 14:1,12). Cada uno de los suyos est� presente all�. El Gran Pastor de las Ovejas prepara el Gran Redil en las moradas eternas.

7. Cuando todo est� pronto y todos los redimidos alistados, volver� conforme Su promesa (Jn. 14:3). Antes de la Tribulaci�n, desde la esfera espacial, los llamar�. Los cuerpos de los santos resucitar�n y los que vivan juntamente con ellos ser�n transformados y arrebatados en cuerpos semejantes al Cuerpo de Su Gloria. As� estaremos siempre con El Se�or. (1�Co. 15:51-58; 1�Ts. 4:13-18; Fil. 3:20,21).

8. En el Cielo, Cristo constituir� Su Tribunal Galardonador (2�Co. 5:10; 1�Co. 3:11-15), y luego El Padre presidir� las Bodas del Cordero y Su Esposa, la Iglesia. (Ap. 19:5-9).

9. Luego de la Tribulaci�n, vendr� a la Tierra "con" los Suyos para establecer Su Reino Milenial y despu�s, sentado en un Gran Trono Blanco har� Juicio Final.

Su resurrecci�n validar� Su dominio c�smico y el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra, contar�n por siempre la Victoria del Cordero de Dios. (Ap. cap. 19:6 a cap. 22:21).

10. Mientras llega el d�a de Su Venida, espera el Tiempo, en que todos sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. (Sal. 110:1,2). Su Trono prevalecer� y nada ni nadie puede contra Su Todo Poder en el Cielo y en la Tierra. (Sal. 45:1-7).

11. Al final de la Historia de los Tiempos, los Juicios de Dios acabar�n con todo enemigo, inclusive el Diablo, el Infierno y la muerte. (Ap. 20:10-15). Todo ser� sujeto a Cristo, Qui�n entregar� El Reino al Padre y Dios ser� todas las cosas en todos. (1�Co. 15:24-28).

g) M�s Excelencias del Se�or Jesucristo.

Por �l fueron criadas todas las cosas; por �l todas las cosas subsisten y todo fue criado por �l y para �l. (Jn. 1:1-4 y v. 9; Col. 1:16,17).

�l es el "Autor y Consumador en la Fe". (He. 12:2).

�l es el Fundador, Fundamento, Edificador, Cabeza, Se�or, Esposo y �nico Pont�fice de la Iglesia. (Mt. 16:14-18; 1�Co. 3:11; Ef. 1:17-23 y 5:23-32; Fil. 2:9-11; Jn. 3:29 y 2�Co. 11:2; He. 7:17-28 y 8:1,2).

Rey de Reyes y Se�or de Se�ores. (Ap. 19:11-16).

Para otras excelencias del Se�or, v�anse, entre una masa de evidencia b�blica, los siguientes textos: Jn. 1:1-5 y 9-13; Jn. 8:12; Jn. 10:7-16 y 27-29 comparar He. 13:20,21; Jn. 11:25: Jn. 14:6; Jn. 15:1-6; He. 1:1-3; 2�P. 1:16-18; 1�Jn. 3:5-8; Jud. vs. 24,25; Ap. 1:8 y 11-20; Ap. 2:1,12 y 18; Ap.3:1,7 y 14; Ap.4:1-3; Ap.5:5,6 y 12-14; etc., etc.

1.3. La Persona y la Obra del Esp�ritu Santo.

a) Su Deidad.

El Esp�ritu Santo es Dios, juntamente con El Padre y con El Hijo; siendo la Tercera Persona en el Orden de Prelaci�n de la Sant�sima Trinidad.

1Jn. 5:5-7; 2�Co.13:13; 1�P. 1:2

De toda eternidad, "procede" del Padre e Hijo juntamente.

Jn. 14:26; Jn. 15:26; Jn. 16:7.

"Procede" implica que el Padre, juntamente con El Hijo, de Su misma Sustancia Eterna, la cual es "Esp�ritu" (Jn. 4:24), suscita eternamente, en el santo seno de la Deidad Inmanente, la Subsistencia Personal del Esp�ritu Santo.

No es una "engendraci�n" como El Hijo, pues �sta conlleva el designio de encarnar para obrar la salvaci�n del hombre sobre la Cruz. No as� El Esp�ritu Santo, que por eso no lleva el Nombre de "Hijo" sino el mismo Nombre de la Sustancia Divina, "Esp�ritu", pues en Ella se halla la Base Espiritual Eterna de Su "procedencia". Por eso tambi�n se le llama "Esp�ritu de Dios"(Mt. 3:16,17), o "Esp�ritu del Se�or". (2�Co. 3:17,18).

Posee todos los Atributos y Perfecciones de las otras Personas de la Trinidad; por ejemplo: Espiritualidad y Santidad, como Su propio Nombre lo indica: Eternidad (He. 9:14); Omnipresencia (Sal. 139:7), Omnisciencia y Omnipotencia. (1�Co. 2:10,11; Is. 11:2 comparar Gn.1:2); etc.

b) Su Personalidad.

El Esp�ritu Santo no es una mera influencia o virtud Espiritual del Padre o del Hijo. Es una Persona, con todos los Atributos y Acciones propios de la Personalidad.

I. Argumento �ntico (o del Ser) Racional.

Posee facultad Cognoscitiva o de la Mente o Pensamiento Inteligente.

Is. 40:13,14; Ro.8:27; 1�Co. 2:12.

Posee Facultad Volitiva o Voluntad Individual o Particular. (1�Co. 12:11). Posee Facultad Sensitiva o Sensibilidad o Sentimientos Perfectos.

Ro.5:5; Ga. 5:22,23; Ef. 5:9,10.

II. Opera o Act�a como Una Persona. Habla (Hch. 10:19; Ap. 2:7 y 22:17); Redarguye (Jn. 16:8); Da �rdenes (Hch. 13:2-4 y 16:6,7); Guia (Jn. 16:13); Ense�a y Recuerda (Jn. 14:26); Hace obras portentosas (Hch. 8:29,39); Intercede (Ro. 8:26); Testifica (Jn. 15:26; Ro 8:16); Consuela (Jn. 14:16).

III. Se le Designa como una Persona. (Jn. 14:16). Aunque "Pneuma" (Esp�ritu) es neutro, se le aplican pronombres personales masculinos (Jn. 16:7,8,13,14), lo mismo que a Cristo (1�Jn. 2:6; 3:3,5,7,16).

IV. Se le puede tratar como a Una Persona.

Ben�volamente: Hch. 15:28; Ef. 5:18,19.

Mal�volamente: Is. 63:10; Hch. 5:3,4; Hch 7:51; Ef. 4:30; 1�Ts. 5:19.

La blasfemia contra El Esp�ritu Santo no tiene perd�n. Mt. 12:32; He. 10:29.

c) Su Obra.

Su Obra en la Creaci�n.

Gn. 1:2; Job, 26:13; Sal. 33:6.

Habl� a y por los profetas en el Antiguo Testamento.

Neh. 9:30; 1�S. 16:13,14; 2�S.. 23:2; Ez. 11:24,25; Mi. 3:8 comparar Zac. 7:12

Inspir� las Santas Escrituras y �l es Qui�n nos ilumina para conocerlas e interpretarlas correctamente.

1�Ts. 2:13; 2�Ti. 3:15-17; 2�P. 1:21; 1�Co. 2:7-16 comparar 2�Ti. 2:15.

El Esp�ritu Santo es el Divino Agente que obr� la engendraci�n virginal de Cristo.

Lc. 1:31-35 comparar Mt.1:18-25, comparar Is. 7:14 y Ga. 4:4.

En forma corporal como paloma, descendi� sobre Cristo en Su bautismo en el Jord�n, con lo cual demostr� Su dominio sobre "el pr�ncipe de poder del aire", que es Satan�s.

Mt. 3:16 comparar Ef. 2:2,3.

Llev� a Cristo al desierto para ser tentado del Diablo.

Mt. 4:1; Mr. 1:12,13; Lc. 4:1.

Dios ungi� a Cristo de Esp�ritu Santo y Potencia.

Mt. 12:15-18; Lc. 4:16-21; Hch. 10:38.

El Esp�ritu Santo actu� en la Resurrecci�n de Cristo (Ro. 1:4); y ser� el Agente Divino que en el d�a de la Venida del Se�or, vivificar� el cuerpo de los creyentes a la semejanza del Cuerpo de Cristo, en forma conjunta con El Se�or.

Ro. 8:11; Fil. 3:20,21; Jud. vs. 24,25.

Es Esp�ritu de Gracia y de Oraci�n (Zac. 12:10 a.) y nos ayuda y ense�a a orar seg�n la Voluntad de Dios. Debemos orar "en" y "por" o "por medio" del Esp�ritu Santo.

Ro. 8:26,27; Ef.6:18; Jud. v. 20; 1�Co. 2:10

Es el �nico Vicario del Se�or Jesucristo en la Tierra, y a �l glorifica.

Jn. 14:16,17,26; Jn.15:26 y 16:7 y vs. 14 y 15

Enviado del Se�or en el d�a de Pentecost�s, estableci� la Iglesia viniendo a morar en los creyentes y constituy�ndolos como el Cuerpo de Cristo.

Jn. 14:16-18; Hch. 1:8; Hch. cap. 2; 1�Co.12:13,27 comparar Ef. 1:22,23 y 4:4-6.

d) El Esp�ritu Santo es Qui�n forma a la Iglesia del Se�or y le da dones espirituales.

Sus tareas para ello, son las siguientes:

a) Redarguye, convence de pecado e ilumina al pecador. (Jn. 16:8 comparar He. 6:4-9).

b) Gu�a a arrepentimiento. (Hch. 5:31 y 11:18; Ro. 2:14.).

c) Gu�a a la Verdad que es en Cristo Jes�s. (Jn. 16:13,14).

d) Da el don precioso de la Fe al pecador arrepentido que habiendo o�do el Evangelio, desea de coraz�n ser salvo. (Ro. 10:17; Ef. 2:8; Ga. 5:22).

e) Engendra y regenera al creyente y lo hace as� hijo de Dios, viniendo a morar en su coraz�n y bautiz�ndole en el Cuerpo de Cristo. Da testimonio a su esp�ritu, de que ahora es hijo de Dios. (Jn. 1:12,13 y 3:5,6; 2�Co. 1:21,22 comparar Ga. 4:4-7, Ef. 1:13,14 y Tit. 3:4-7; Ro. 8:15,16; 1�Co. 12:13).

f) Santifica al renacido (1�P. 1:12 y vs. 13-16); y lo transforma a la imagen de Cristo (Ro. 8:29; 2�Co. 3:17,18).

g) Produce en el renacido el "fruto del Esp�ritu" (Ga. 5:22,23; Ef. 5:9); y lo llena con Su plenitud, en la medida en que aqu�l se niega a s� mismo y se rinde al Se�or. (Mt. 11:25-30 comparar Lc. 9:23; Ga. 2:20 y 5:16-26; Ef. 5:1-21; 1�P. 5:1-11).

h) Da dones espirituales. Seg�n Su voluntad, El Esp�ritu Santo reparte dones espirituales a los hijos de Dios, para la edificaci�n del Cuerpo de Cristo y su perfecto funcionamiento y testimonio, tanto en y al mundo como a los �ngeles en los Cielos. (1�Co. 12:1-11; Ro. 12:1-13 ; Ef. 4:7-16; 1�Ti. 3:1-13; Tit. 1:5-9; 1�P. 4:10,11; Jn. 17:14-21con Ef. 3:10 y 1�P. 1:10-12).

Dones manifiestos actualmente:

Predicaci�n o profeta; ense�anza, junto con sabidur�a y ciencia; pastores; di�conos o ayudas; evangelistas; dones de servir; repartir bienes; obras de misericordias; exhortaci�n y consolaci�n; dones de protecci�n: discreci�n de Esp�ritu, discernir, redarg�ir errores y herej�as; capacitaci�n para obras de fe: presidir.

El don de ap�stol fue dado solo a un peque�o grupo en el Siglo I y no ha sido transferido ni delegado a nadie. Su vigencia actual lo es solo en sentido de que la autoridad apost�lica ha quedado perpetuada en sus ense�anzas, que se hallan �nicamente en el Nuevo Testamento. Los ap�stoles pusieron el Fundamento de la Fe, sana doctrina y pr�cticas.

"Profetas", con los ap�stoles originalmente dieron la Revelaci�n. Luego y hasta hoy, los profetas se definen como predicadores y exhortadores. (1�Co. 14:3).

Dones manifestados especialmente en el Siglo I, por individuos particulares:

Son los dones llamados "de se�ales": operaci�n de milagros, lenguas y sanidades. El Nuevo Testamento revela que esos dones portentosos sirvieron a determinados prop�sitos, especialmente en el tiempo hist�rico del inicio de la Era Cristiana:

I. Las maravillas obradas por El Se�or en Su ministerio terrenal, confirmaban Su Autoridad Mesi�nica, Sus ense�anzas y Misi�n Redentoras, como el mismo Se�or lo declar� (Jn. 14:11; Mt. 11:20-24, comparar Jn. 3:1,2).

II. Los dones de se�ales manifestados por los disc�pulos y especialmente por los ap�stoles, sirvieron al prop�sito de autenticar su testimonio como de Dios y no de los hombres. (Hch. caps. 3 y 4; 2�Co. 12:12).

"Lenguas", (hablar idiomas no conocidos previamente), fueron "se�al para los infieles", especialmente para los Jud�os (Hch. 2:1-13; 1�Co. 14:21-25). Pablo permiti� su uso controlado y no enf�tico en Corinto, siempre que hubiese int�rprete (1�Co. 14:17,28). Cuando el Evangelio fue predicado a los gentiles, las "lenguas" confirman que la Voluntad de Dios era que tambi�n ellos fuesen salvos, lecci�n que a los jud�os les cost� aprender. (Hch. 10:44-11:18; Hch. 15:8-12).

La raz�n principal de esas manifestaciones portentosas, fue que el Evangelio conten�a misterios de la Gracia y de la Iglesia de Cristo no revelados antes, siendo necesario acreditar en forma sobrenatural al mensaje y a los mensajeros de la nueva revelaci�n (Ef. 3:1-12; Mt. 11:24-29; He. 2:1-4). Pero una vez completada y registrada la misma en los escritos Inspirados del Nuevo Testamento, el hecho observable es que El Esp�ritu Santo ces� de manifestar esos dones por individuos particulares pues su designio era cumplido. (1�Co. 13:8). En el Cielo s�, se manifiesta el don de lenguas, en manera solo all� conocida. (2�Co. 12:1-4; comparar Ap. 6:9 y 7:9-12).

"Sanidades". Es digno de notarse que el don de "sanidad" no se manifest� en ciertos momentos en que la enfermedad de santos obreros parec�a requerirlo (Fil. 2:26,27; 1�Ti. 5:23; 2�Ti. 4:20 comparar 2�Co. 12:7-10). Adem�s, en la Ep�stola de Santiago se dan nuevas instrucciones respecto a los enfermos: deb�a llamarse a los ancianos de la Iglesia para orar por ellos y El Se�or los levantar�a (expresi�n �sta que deja al Se�or el hacerlo seg�n Su Voluntad; no se mencionan individuos particulares que tuvieran o ejercieran el "don" de sanidad. (Stg. 5:13-16).

III. Dones de "operaciones de milagros" ser�n manifestados otra vez sobre la Tierra, pero durante "la Tribulaci�n, la Grande", por los "dos testigos" aparejados por Dios para profetizar con "se�ales" al mundo imp�o (Ap. 11:3-12). Ello no tiene nada que ver con la Iglesia, que no estar� entonces sobre la Tierra y cuya edificaci�n se opera en el tiempo presente por medio de dones diferentes (Ef. 4:7-16).

Conclusi�n: dones de "se�ales" sirven a prop�sito predeterminados, a trav�s de siervos escogidos en tiempo tambi�n determinado. (Jn. 9:1-7). Esto no significa que hayan sido "retirados" por completo, pues obras divinas y sanidades ocurren a diario, pero le son en respuesta a la oraci�n y/o por acci�n directa del Esp�ritu, en Qui�n los dones est�n y se manifiestan cuando y en la manera que �l quiere.

�Renovaci�n "carism�tica"?

"Lenguas", en Pentecost�s, fueron idiomas reales y corrientes hablados sin conocerlos previamente, y contaron las maravillas de Dios a extranjeros presentes (Hch. 2:1-11). En lugar de eso, y dicho esto con todo respeto por las personas, las as� llamadas "lenguas" que se dan en predicadores "carism�ticos", son por lo general meras interjecciones que nadie entiende, mechadas dentro o al final de una frase. Por lo tanto no pueden ser estimadas como "restauraci�n del don de lenguas"

Tales experiencias suelen iniciarse por persistente presi�n sicol�gica de ense�anzas err�neas tales como: "si no hay lenguas no est� el Esp�ritu", o "lenguas muestran el "bautismo del Esp�ritu". En otros casos, surgen del desmedido deseo de "nuevas experiencias" por "nuevos bautismos" espirituales. Otras veces, suelen ser el producto de la gran tensi�n que se experimenta en reuniones masivas donde las oraciones escasean pero las apelaciones emocionales sobreabundan. Si acaso "traduce"alg�n "int�rprete" y �ste ofrece alguna palabra correcta, lo que dice es tan elemental y f�cil de hallar en la Biblia y decirlo en lenguaje corriente, que resulta pueril pensar que hagan falta dones milagrosos para saberlo. En cuanto a "revelaciones", quede claro que toda "revelaci�n" m�s all� de lo que ya tenemos en las Escrituras o que las contradigan, es falsa. (1�Co. 4:16).

"Sanidades": V�ase la frase pertinente en "Dones manifestados especialmente en Siglo I". Aqu�, la sana doctrina impone prevenir que: hacer ostentaci�n de poder y autoridad y a�n exaltarse al plano de peque�os "dioses" (como lo hacen ciertos "carism�ticos") es totalmente antib�blico. Adem�s, la publicidad que de s� mismo va exponiendo el "sanador" junto con el "crescendo sicoemocional" de cantos, salvas, aplausos, danzas y mensajes, que enfervoriza por igual al sanador y a los enfermos, hacen que si alguna sanidad se proclama, quede la pregunta:- �de qu� fuente proviene el "poder"? Pues m�todos antib�blicos no producen fruto B�blico. (Is. 8:20; Sal. 138:6; 1�P. 5:5,6). En casos extremos, puede tratarse de obreros de maldad, cuyo fin ser� perdici�n, mientras van obrando aparentes "milagros" en el Nombre de Cristo. (Mt. 7:21-23; 2�Co. 11:13-15).

"Ecumenismo carism�tico". Finalmente, esos "movimientos" practican un activo "ecumenismo"- (pues tales "experiencias" se dan en muy contrarias agrupaciones religiosas: ciertos evang�licos, juntos con "modernistas" o liberales y romanistas, etc.)-, lo cual promueve el "yugo desigual" entre fieles e infieles, (aunque ellos se autogratifican intercalific�ndose como siendo "distintas denominaciones cristianas"); "yugo desigual", del cual la Palabra manda apartarnos (2�Co. 6:14 a 7:1; Ef. 5:16,17). Tal "ecumenismo carism�tico", debiera bastar para alertar a sinceros hermanos que se hallan envueltos en tales cosas.

Errores Doctrinales. Afirmar que la enfermedad no debe estar en el cuerpo del creyente, sin ver que aquella, puede a�n manifestarse en nosotros (2�Ti. 4:20 b.), hasta que tengamos el cuerpo nuevo en la resurrecci�n. (Ro. 8:23-25; Fil. 3:20,21).

Creer que "bautismo del Esp�ritu" es experiencia en que se debe hablar en lenguas: sin entenderse que el bautismo ocurre al renacer y no tiene nada que ver con lenguas (1�Co. 12:13). Hablar de "gu�a" y "revelaciones" del Esp�ritu, sin reparar si est�n o no en conformidad con las Escrituras (Ez. 13:1-3; 1�Ts. 2:13). Autopublicarse egoc�ntricamente en contras de claras advertencias B�blicas (2�Co. 10:12,18; Lc. 9:23; Ga. 2:20). Utilizar m�todos no B�blicos en la obra del Se�or, lo cual es pragm�tico inconsulto y ciego a lo Espiritual (1�Co. 2:12,13). Y hay m�s, pero en otras connotaciones.

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Conclusi�n: Las experiencias, m�todos y creencias antedichos y afines, no se ajustan a las Escrituras. La entera cuesti�n es no B�blica y no tiene nada que ver con una real "restauraci�n de dones de se�ales".

e) Semblanzas B�blicas del Esp�ritu Santo.

�"Viento y Fuego". Jn. 3:8; Hch. 2:2,3; comparar Ez. 37:9,10. (Virtud y Potencia Purificadora y Din�mica, Creativa y Activa)!

�"Sello, Prenda, Arras". 2�Co. 1:22; Ef. 1:13,14. (Autenticidad y Autoridad; Garant�a y Anticipo de Bienes Eternos).

�"Unci�n". 1�Jn. 2.20. (Devoci�n, Sabidur�a, Espiritualidad).

�"Agua Viva". Jn. 4:14 comparar Jn. 7:38,39. (Virtud Vivificante y Satisfaciente; Plenitud).

�"Paloma". Mt. 3:16; Jn. 1:32,33. (Libertad, Sencillez, Reverencia, Paz, Comuni�n).

2. La Santa Biblia.

Es la Palabra Inspirada de Dios, Inerrable e Inefable.

a) Su Inspiraci�n.

Creemos en Su Inspiraci�n Verbal y Plenaria por El Esp�ritu Santo, a los santos profetas, evangelistas, y ap�stoles que escribieron los sesenta y seis libros can�nicos que lo integran, siendo preservados por el mismo Esp�ritu Santo de todo error o contradicci�n en su cometido.

"Verbal y Plenaria", significa que el total contenido B�blico, sean los temas como las palabras, fueron Inspirados por Dios, Qui�n revelaba al escritor sagrado los asuntos a registrar y le daba, as� como escog�a del lenguaje propio del mismo, las palabras adecuadas, gui�ndole de modo tal, que el escritor registraba todas las cosas con exactitud. Tal obra del Esp�ritu Santo garantiza que toda la Biblia,- (y no solamente "algunas de sus partes")-, es la Palabra Inspirada de Dios.

Sal. 12:6; Sal.119:140; 2�Ti. 3:15-17; 2�P. 1:21; 1�P. 1:9-12; 1�Jn. 5:11-13; Lc. 24:27 y 44-48; Mt. 22:29; Jn. 5:39-47; Ro. 1:2.

b) Su Canon.

Confesamos que los libros can�nicos total y universalmente reconocidos como Inspirados de Dios, son:

I. Los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento (G�nesis a Malaqu�as), que provienen del C�non de Esdras (siglo quinto antes de Cristo) y del Texto Masor�tico Hebreo ("Masoretas" eran eruditos jud�os tradicionalistas expertos en las Escrituras). Esto excluye a los libros ap�crifos o espurios, (Tob�as, Judit, Sabidur�a, Eclesi�stico, Baruc, Primero y Segundo de los Macabeos y las adiciones a los libros can�nicos de Esther y Daniel), nunca citados por Cristo ni los ap�stoles pues contienen errores y contradicciones que los inhabilitan como Palabra de Dios.

II. Los veintisiete libros del Nuevo Testamento (Mateo a Apocalipsis), enlistados en los Concilios de Laodicea y Cartago (363 y 397 AD); tal como contenidos en el Texto Griego conocido como "Textus Receptus" o "Texto Recibido", de los a�os 1546/ 1624.

De esos textos hebreo y griego, provienen las traducciones correctas de la Biblia desde los d�as de la Reforma (Siglo XVI). Textos posteriores (Westcot-Hort. por ej.), y los preparados por Sociedades B�blicas ecum�nicas, con sus numerosas e innecesarias "nuevas versiones", contienen cambios que afectan la "Sana doctrina", por lo cual solo utilizamos las Versiones antiguas (en castellano, la del a�o 1909).

Los sesenta y seis libros can�nicos, son pues una "Biblioteca Divina" que editaba en un vol�men llamado "Santa Biblia" (Biblia significa "los Libros"). Algunos editores, infiltrados de "modernismo", han omitido de sus tapas la palabra "Santa", lo que trae dudas sobre la Inerrancia e Inspiraci�n de las Sagradas Escrituras (2�Ti. 3:15,16), dadas por "santos hombres de Dios que hablaron siendo Inspirados del Esp�ritu Santo"(2�P. 1:21; 1�Ts. 2:13).

c) Su Autoridad.

Por ser la Palabra Inspirada de Dios, la "Santa Biblia" es Inerrable e Inefable en todo cuanto registra, por lo cual es nuestra �nica Autoridad en materia de fe, doctrina, pr�cticas, norma de conducta, forma de gobierno y disciplina eclesial.

Jn.20:30,31 y 21:24,25; 1�Ts 2:11-13; 2�Ts.2:15-17 y 3:6; Ga.1:8,9, comparar Dt. 4:2 y Ap.22:18-21.

d) Su Interpretaci�n.

Su sana interpretaci�n y correcto entendimiento, requiere iluminaci�n del Esp�ritu Santo, Qui�n faculta al lector reverente y humilde a discernir la Palabra sin error.

Sal. 119:18; Sal. 36:7-9; Jer. 33:1-3; 1�Co. cap.2; 1�Jn. 2:20,21

Como reconocido m�todo hermen�utico, confesamos que "La Biblia es su propio int�rprete" (1�Co. 2:12,13). Esto implica cotejar Escritura con Escritura o el Texto con su contexto y las referencias relacionadas (comparar Jn. 5:46,47), respetando su significado gramatical, hist�rico y literal. Asimismo, una vista "Dispensacional" de las Escrituras, ayudar� a aplicar sus Textos al per�odo hist�rico correcto, sin perjuicio de la trascendencia y valor permanente de las ense�anzas de cada pasaje.

La vista "Dispensacional" no es un sistema de interpretaci�n "superpuesto" a la Biblia (como algunos acusan), sino que es la lecci�n que "emerge" de su reverente estudio. Las Escrituras revelan distintos tratos de Dios para con los hombres, puestos bajo distintas responsabilidades; asimismo la progresiva revelaci�n de la Gracia Divina.

La salvaci�n siempre ser� por la fe en la Palabra de Dios, en Sus Promesas y obras centradas en la Persona de Cristo, anticipadas profec�as y cumplidas en la Cruz.

Las "Dispensaciones", o la "Administraci�n" Divina de la Gracia y los Juicios de Dios, as� como los per�odos de tiempo y las Escrituras que los abarcan, se disciernen en t�rminos generales, seg�n el siguiente detalle:

"Inocencia", desde la Creaci�n del hombre hasta su ca�da en pecado (Gn. 1:27 a 3:24); "Conciencia", desde la expulsi�n del Ed�n hasta el Diluvio (Gn. 4:1 a 8:19); "Gobierno Humano", desde No� luego del Diluvio hasta la confusi�n de lenguas en Babel (Gn. 8:20 a 11:9); "Promesa", desde la vocaci�n de Abraham hasta Mois�s, la liberaci�n de la esclavitud de Israel en Egipto y la llegada al monte Sina� (Gn. 12:1 a Ex. 19:1); "Ley", desde el Sina� hasta la crucifixi�n del Se�or (Ex. 19:1 a Mt. 27:33); "Gracia", desde Cristo hasta el Arrebatamiento de la Iglesia antes la Tribulaci�n y del Anticristo (Ap. 6:1 a 18:24); "Reino", desde la venida corporal del Se�or a la Tierra hasta el fin del Milenio (Ap. 19:11 a 20:10); Juicio Final bajo Cristo sentado en el Gran Trono Blanco (Ap. 20:11 a 20:15); Nuevos Cielos y Tierra (Ap. cap. 21 y 22).

Tal clasificaci�n de Textos B�blicos, no constituye una codificaci�n estricta o limitativa, pues pasajes en una divisi�n pueden contener partes que refieren a otras Dispensaciones. Adem�s, hay principios fundamentales que se aplican en todos los tiempos; as� como lecciones hist�ricas, o revelaciones y ense�anzas espirituales, promesas, amonestaciones, prevenciones, ejemplos, o s�mbolos y figuras para nosotros, seg�n los casos, pues "la Palabra del Se�or permanece perpetuamente".

1�Co. 2:12,13 comparar 2�Ti. 2:15; Ef. 3:1-10; 1�Co. 10:1-12; 1�P. 1:24,25.

e) Semblanzas B�blicas de la Palabra de Dios.

"Plata fina" (Sal. 12:6); "L�mpara" (Sal. 119:105); "Fuego y Martillo" (Jer. 23:29); "Pan que sale de la boca de Dios" (Mt. 4:4); "Leche Espiritual" (1�Co. 3:2 a.; He. 5:12; 1�P. 2:2); "M�s dulce que la miel" (Sal. 19:10; 119:103); "Vianda firme" (1�Co. 3:2 b.; He. 5:13,14); "Simiente Incorruptible" (Lc. 8:11 comparar 1�P. 1:23-25); "Agua" que limpia (Jn. 15:3; Ef. 5:26); "Espada del Esp�ritu" (Ef. 6:17; He. 4:12 comparar Ap. 1:16 b.).

3. De los �ngeles.

"�ngeles" traslitera al original griego "Angelos", que significa "Mensajero".

De conformidad con las Escrituras, afirmamos que los �ngeles son seres reales, de naturaleza Espiritual, racionales, con personalidad individual; no son pues, como algunos dicen, meras "figuras" representativas o "personificaciones" de conceptos abstractos del bien o del mal.

Sal.103:20,21; Sal.104:4; Sal.148:2; He. 1:14 a..

Fueron creados por Dios como seres celestiales, antes de la fundaci�n de la Tierra.

Mt. 24:36 b., comparar Lc. 2:13-15; Job. 38:4-7, comparar, Job 1:6 a.

No se reproducen por procreaci�n como los seres humanos; fueron creados como una gran "Compa��a" de seres inmortales.

Sal.8:4,5; Lc.20:34-36; He. 12:22; Ap. 5:11.

Superiores al hombre en sabidur�a y poder, pero no son Omniscientes ni Todopoderosos y no deben ser adorados.

Mt. 34:36 comparar 2�P.2:11 y Jud. v. 9; Ap. 19:10 y 22:8,9.

Por ser esp�ritus, no tienen cuerpos de carne y huesos (Lc. 24:39), pero han aparecido en forma humana, con cierta clase de "cuerpo espiritual" exclusivo de ellos.

Mr. 16:1-7; Lc. 24: 1-6.

Las Escrituras hablan de distintos rangos de �ngeles: Querubines, Serafines, Arc�ngeles, Tronos, Dominios, Principados, Potestades, Poderes o Virtudes y Angeles.

Gn. 3:24 y Sal. 80:1; Is. 6:26; 1�Ts.4:16; Jud. v. 9; Col. 1:16; Ef. 1:21 y 3:10; 1�P. 1:12 y 3:22

�ngeles santos.

Entre una multitud innumerable, el arc�ngel Miguel y el �ngel Gabriel se mencionan por nombre y por su acci�n seg�n los Prop�sitos de Dios a favor del pueblo de Israel y por su oposici�n a las huestes de Satan�s en asuntos de otras naciones.

Dt. 10:10-13, 20,21, comparar Jud. v. 9; Lc. 1:26 y 2:13-15; Mt. 25:31; Jn. 1:51.

Los �ngeles santos est�n en presencia de Dios; le adoran, alaban, ejecutan Su Palabra y hacen Su Voluntad.

Is. 6:2,6; Dn. 7:9,10; Ap. 5:11 comparar Mt. 18:10; He. 1:6,7; Sal. 103:21.

Velan, asisten, sirven, protegen y libran al pueblo de Dios.

Sal. 34:7 y 91:11; Dn. 6:21,22; Hch. 5:18-20; 12:1-10 y 27:14-26; He. 1:14.

Interpreta la Voluntad de Dios a Sus siervos; gu�an a los creyentes y castigan a sus enemigos.

Dn. 7:16 y 10:5,14; Zac. 1:7,8; Hch. 8:26; 12:21-23.

Su lugar y acci�n en la vida y ministerio del Se�or Jes�s.

Lc. 1:26-38; Mt. 1:18-25; 2:3-21; 4:11 y Mr. 1:13; Lc. 22:43; Mt. 28: 1-7; Hch. 1:11; Mt. 25:31; 1�Ts. 4:16; Ap. 19:14.

Se gozan con Cristo cuando los pecadores se arrepienten; y al morir, conducen las almas de los creyentes al seno de Abraham.

Lc. 15:10; Lc. 16:22.

La Iglesia les notifica la multiforme Sabidur�a de Dios y en esas cosas desean mirar los �ngeles.

Ef.3:10; 1�P. 1:12.

Por extensi�n de significado, se traduce "�ngel" para referirse a mensajeros humanos.

Job 1:14 a.; Mt.11:10; Lc. 9:52 comparar Ap. 1:20

El Se�or es llamado en el Antiguo Testamento, "El �ngel de Jehov�".

Gn. 16:7-14; Ex. 3:1-6; Jue. 2:1-4 y 13:1-23; comparar Is. 63:10.

El Se�or Jes�s es superior a todos los �ngeles.

He. 1:4-14.

�ngeles ca�dos.

El Se�or y la Palabra los designan como "el diablo y sus �ngeles".

Mt. 25:41; Ap. 9:11 y 12:9.

Todos los �ngeles fueron creados santos, pero muchos de ellos, acaudillados por Satan�s, se rebelaron contra Dios y cayeron de su estado original. Sobreestimaci�n, orgullo, ambici�n de ser como Dios y tener supremac�a y dominio, nutrieron la locura y enga�o del diablo, que cay� de su posici�n de "querub�n cubridor" y arrastr� a muchos otros.

Is. 14:12-20; Ez. 28:13-19; 1� Ti. 3:6 b.; Ap. 12:3,4a.

Algunos demonios "no guardaron su dignidad mas dejaron su habitaci�n", lo que implica tal degradaci�n y peligrosidad que Dios lo despe�� "en el infierno", reserv�ndolos "debajo de cadenas de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del gran d�a".

Jud. v.,6; 2�P. 2:4; comparar Lc. 8:27-33 y Ap. 9:1-12.

Por causa del pecado del hombre que result� pr�cticamente en una alianza con el diablo y contra Dios, le fue permitido a Satan�s y a otros demonios, moverse a�n en esferas celestiales (Job 1:6-12), as� como en �mbitos terrenales, por lo cual Satan�s es llamado "pr�ncipe del poder del aire" y "pr�ncipe de este mundo" (Ef. 2:2; Jn. 12:31); y sus huestes, "malicias espirituales en los aires" (Ef. 6:12). S�lo la Gracia de Cristo y Su Victoria sobre Sat�n y sus huestes, solucion� este problema a favor de todos los redimidos.

Jn. 10:10; 12:31; 14:30; 16:33; Ro. 8:31-39.

Sat�n y los demonios pueden ser la causa de serias enfermedades.

Mt. 9:32,33 y 12:22; Lc. 13:11-17; comparar Job 2:1-8.

Satan�s y sus demonios son enemigos de Dios y se oponen a Sus obras, a los santos �ngeles y a los creyentes.

Dn. 10:12,13,20,21; Jn. 13:27; Job 1:12,13,19 y 2:4; Lc. 13:14; Hch. 10:38; Ro. 8:38,39; Ef. 6:12; 1�Ts. 2:18; Ap. 12:10.

Satan�s, "padre de mentiras" (Jn. 8:44) y los "esp�ritus de error" producen las falsas doctrinas o "doctrinas de demonios" (Ga. 1:6; 2�Ts.2:12; 1�Ti.4:1), por "falsos profetas" y falsos ense�adores que negar�n el Se�or y Su obra (Mt. 24:25; 2�P. 2:1-3, comparar 2�Ti.2:16-18) ; ciegan el entendimiento de los incr�dulos (2�Co. 4:3,4; 2�Ti. 2:5,26) y tratan de envolver o enga�ar a los creyentes .

(2�Co. 11:3 comparar 1�Jn. 4:1-3).

Los creyentes no deben "dar lugar al diablo", pues pueden ser influenciados y a�n usados por el diablo y los demonios, aunque no pueden ser "pose�dos" por ellos.

Ef. 4:26,27 comparar Mt. 16:22,23; Mt. 26:69-75; Hch. 5:1-11; 2�Ts. 3:6-15

En ocasiones, a�n Sat�n o sus agentes cumplen determinados prop�sitos de Dios:

a veces para juicio y castigo de pueblos imp�os.

Sal. 78:49; Ap. 9:1-12.

otras veces para castigo de creyentes en grave estado de pecado.

1�Co. 5:5 comparar 2�Co.2:2-8.

Otras veces para prueba o para mantener en humildad a�n a santos y escogidos siervos de Dios.

Job caps. 1 y 2; Lc. 22:31,32; Stg. 1:2,3,12; 2�Co. 12:7.

El Se�or apareci� para deshacer las obras del diablo, derrotarlo y despojarlo a �l y a sus huestes.

Gn. 3:15; Jn. 14:30; Hch. 10:38; 1�Jn. 3;8; Col. 2:8-15; He. 2:14,15 y 4:15,16.

Los hijos de Dios pueden y deben resistir al diablo, firmes en la fe y en la Victoria del Se�or sobre Sat�n y los demonios.

Ef. 6:16; Stg. 4:7; 1�P. 5:8-11; comparar Ap. 12:7-12.

El Se�or asociar� a Sus escogidos en el juicio sobre el mundo y los �ngeles ca�dos.

1�Co. 6:2,3.

El diablo y sus �ngeles ser�n echados al fuego eterno, al lago ardiendo con fuego y azufre, juntamente con todos los imp�os.

Mt. 25:41; Ap. 20:10,14,15 y 21:8.

4. De la Creaci�n; del Pecado y su Condigno Castigo.

Siendo Dios el Creador y Sustentador de todas las cosas y siendo Dios el inspirador de las Sagradas Escrituras, o sea la Santa Biblia, como ya se ha visto, aceptamos entonces t�citamente, los relatos del libro del G�nesis como hist�ricos, en todo cuanto registra respecto a la Creaci�n de todas las cosas, como a la creaci�n y ca�da en pecado de Ad�n y Eva, su castigo con la muerte y destituci�n de la Gloria de Dios, y la herencia pecaminosa del linaje humano, su depravaci�n y justa condenaci�n.

Gn. caps., 1,2,3; Sal. 51:5; Is. 1:1-6; Is. 53; Jn. 8:44; Ro. 3:9-18 y v. 23; Ro. 5:12-21 y 6:23. Ef. 2:2 y 3; Mr. 7:21-23; 1� Co. 15:21; G�. 5:19-21.

5. De la Salvaci�n.

Es una d�diva de pura y sola Gracia Divina.

Por lo tanto, no puede ser obrada por el hombre. Las obras que salvan las obr� Dios. El Amor Eterno del Padre, enviando y dando a Su Hijo en propiciaci�n por nuestros pecados; la ofrenda por el Esp�ritu Eterno hecha por el Hijo de Su Propia y Amorosa Voluntad, para poner Su Vida en la cruz del Calvario en sacrificio y muerte expiatoria y vicaria como sustituto legal del pecador perdido por el cual muri� y resucit� y la adopci�n y regeneraci�n Espiritual del pecador converso que obra el Esp�ritu Santo, constituyen las Obras Divinas de la Salvaci�n por Gracia.

Siendo necesarias tales Obras Divinas para obrar la Salvaci�n del hombre, queda manifiesto que s�lo por Fe en tales obras puede el hombre ser salvo.

Gn. 3:15; Jer. 31:3; Jn. 3:13-18; 1�Jn. 4:8-1; Jn. 10:11 y v. 15-18; He. 9:11-15 y 10:5-22; Is. 53; Mt. 20:28; 2�Co. 5:13-15; Tit. 2:11-15; Jn. 14:15,16,17,26; Jn. 16:7-15; Ga. 4:4-7.Jn. 6:28-29; Ef. 2:4-10 y vs. 13:18-22; 1�Jn. 5:1-5 y 9-13.

6. De la Justificaci�n y Reconciliaci�n.

Dios es Justo, el hombre pecador. Toda relaci�n ser�a imposible, de no mediar una obra por lo cual el pecador pueda ser declarado justificado delante de Dios, y por ello reconciliado con �l. Tal obra debe satisfacer las exigencias de la Justicia de Dios, manifestando �sa Su Justicia, en un acto de Juicio del pecado del pecador, que a la par que cumpla el castigo del pecado, tenga virtud para justificar y reconciliar al pecador.

S�lo el AMOR DE DIOS hizo esto posible, al enviar al Se�or Jesu-Cristo, Qui�n supli� tales Divinas exigencias y "Padeci� por los pecados el justo por los injustos, para llevarnos a Dios".

Cuando el Amor y la Misericordia de Dios proveyeron al Cordero sin mancha para el holocausto, la Justicia derram�se y result� la Paz.

Sobre el fundamento legal de la Santidad del Se�or Jesu-Cristo, Su Victoria sobre toda tentaci�n, Su Sacrificio expiatorio y vicario hecho una sola vez y para siempre en la Cruz del Calvario, Su Gloriosa Resurrecci�n corporal y Su presentaci�n por nosotros en la presencia del Padre, DIOS JUSTO imputa al pecador injusto, LA JUSTICIA DEL SE�OR JESUCRISTO.

Y el pecador injusto, cuyos pecados fueron expiados en la imputaci�n de la Cruz, es Justificado y por ello Reconciliado, en virtud de los m�ritos de la Preciosa Sangre y Gloriosa Resurrecci�n del Se�or Jesu-Cristo.

Siendo, pues el Se�or Jesu-Cristo Qui�n obr�, queda manifiesto que UNICAMENTE POR FE PURA Y SOLA en Su Persona y Obra, el pecador es JUSTIFICADO delante de Dios y RECONCILIADO con �l.

"Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Se�or Jesu-Cristo". (Ro. 5:1).

Sal. 85:10, Is. 32:17; Ro. 3:9-28; 4:6-8 y vs. 18:25; Ro. 5:1-19, 10:1-10; Ef. 2:13-18, He. 9:24; 1�Co. 1:30-31; 2�Co. 5:18-21; He. 9:24; 1�Jn. 4:8-14; Col. 1:12-23; 1�P. 3:18; Is. 53; Ga. 3:6-11; Fil. 3:8-9.

7. De la Regeneraci�n

Es ora Espiritual, ora corporal. Respecto a la regeneraci�n corporal, v�ase el Art�culo "13-A-1-A", "RESURRECCI�N"

Respecto a la regeneraci�n Espiritual, es tambi�n llamada "EL NUEVO NACIMIENTO" o "NACER DE NUEVO", "NACER OTRA VEZ", "NACIDO DE DIOS", "NACIDO DEL ESP�RITU", "VIVIFICADOS", "PASO DE MUERTE A VIDA", "NUEVA CRIATURA".

Jn. 3:3-7; 1�Jn. 3:9-14; 1�Jn. 4:7-13, 5:1,4,18; Ef. 2:1-5; Jn. 5:24; 2�Co. 5:17; Ga. 6:15 ; Col. 2:13.

Todo ello, significa una misma y sola experiencia Espiritual, que consiste en la engendraci�n como hijo de Dios, que el Esp�ritu Santo obra en el pecador contrito que arrepentido de sus pecados, deposita toda y sola fe en el Se�or Jesu-Cristo para perd�n y limpieza de sus pecados y salvaci�n eterna de su alma.

Tan bendita experiencia, se experimenta en el mismo momento de tal genuina conversi�n e implica recibir dentro de nuestro Esp�ritu, la participaci�n del Esp�ritu Santo por recepci�n externa, o sea, infusi�n de Vida Divina dentro de la vida humana del pecador converso.

Sin esta experiencia Espiritual, "NADIE PUEDE VER NI ENTRAR AL REINO DE DIOS".

Jn. 3:3-18; Hch. 2:37-40; Mr. 1:14-15; Hch. 3:19; Ro. 8:8-18; Ef. 1:13 y 14; Tit. 3:5-7; 2�P. 1:4; 1�Jn. 2:20-27 y 5:1-4.

8. De la Adopci�n.

Es ora Espiritual, ora corporal. Respecto a la adopci�n, v�ase el Art�culo "13-A-1-A", "RESURRECCI�N".

Respecto a la adopci�n Espiritual, es el acto declaratorio de Dios por el cual, siendo justificados por la fe y regenerados por el nuevo nacimiento, venimos a ser "HIJOS DE DIOS" para siempre, recibidos en la familia de Dios, hechos, "herederos de Dios" y "co-herederos" con el Se�or Jesu-Cristo, de los Bienes Eternos.

Jn. 1:12,13,16; Ro. 8:14-18; Ef. 1:5; Ga. 4:5-7; He. 2:10-13; 1� Jn. 3:1-3; Mt. 25:34.

9. De la Santificaci�n.

Justificados, reconciliados, regenerados o renacidos, adoptados hijos y ahora SANTIFICADOS.

Esto es tanto una experiencia definida en el mismo momento de la conversi�n genuina, como una experiencia continuada durante todo el tiempo de nuestra peregrinaci�n en este mundo presente.

Somos "apartados para Dios" cuando somos salvados.

Somos "limpiados por Dios", hechos santos por el Esp�ritu Santo" cada d�a de nuestra peregrinaci�n, prepar�ndonos as� para Su Reino y Gloria.

Es pues, la obra �ntima, personal, interior, que el Esp�ritu de Dios realiza dentro del hijo de Dios en el cual ha venido a morar. Se manifiesta por separaci�n y limpieza de pecado y producci�n del precioso fruto del Esp�ritu Santo en la vida del cristiano evang�lico.

Sal. 93:5; Ez. 36:25; Mal. 3:2-3; Mt. 5:48; Ro. 8:28-30; 1�Co. 1:30, 1�Ts. 4:1-8 y cap. 5:22-23; Tit. 2:11-14; Ga. 5:22-25; 1�P. 1:2,15-23.

La Palabra de Dios, la Sangre Preciosa del Se�or Jesu-Cristo y el Esp�ritu Santo, son los Benditos elementos y la Divina Persona que obran la santificaci�n.

Jn. 15:1-3; Jn. 17:17; Ef. 5:25-27; He. 10:29; He. 13:12; 1�Jn. 1:7; Jn. 16:7-15; 2�Ts. 2:13 y 14; Tit. 3:5; 1�Co. 6:19.

Apartarse del mal y someterse voluntaria y amorosamente, en humildad y fe plena, al Se�or Jesu-Cristo y al Esp�ritu Santo, son condiciones imprescindibles para el crecimiento en la vida espiritual y el perfeccionamiento constante e ininterrumpido de la santificaci�n.

Sal. 50:5; Pr. 23:26; Mt. 11:28-30; Ro. 12:1-2; 2�Co. 6:14-18 y 7:1; 2�Ti. 2:19-21; Stg. 4:5-10; 1�P. 2:1-5 y cap.5:5-12.

10. De las Buenas Obras.

Son el fruto visible de la fe, de la salvaci�n recibida y experimentada de la regeneraci�n Espiritual, y constituyen la evidencia incuestionable de la bendita experiencia de la santificaci�n.

No deben confundirse con las obras humanitarias que todo ser humano puede realizar por el ejercicio de sus sentimientos naturales.

Por recomendables que �stas fueren, las "BUENAS OBRAS" en el sentido b�blico, son excelsamente superiores, pues no proceden de los atributos morales de la criatura humana, sino de la obra espiritual sobre-natural que la Divinidad realiza en el cristiano evang�lico.

Son, pues, posteriores a la experiencia de la conversi�n y no anteriores. Son fruto de la "nueva criatura", que ha sido criada especialmente para obras buenas, las cuales Dios prepar� para que sus hijos anden en ellas.

Jn. 6:28 y 29; Ef. 2:10; 2�Ti. 3:16-17; Tit. 2:14. Stg. 1:22-27; Stg. 2:14-26 y 4:1;. 1�Jn. 2:3-6; 3� Jn. v. 11, Ap. 20:12-15.

11. De la Vida Futura.

Afirmamos, de acuerdo con las Sagradas Escrituras, la seguridad de la salvaci�n, felicidad y dicha eterna de los salvados y la condenaci�n y pena eterna de los pecadores que rechacen voluntariamente la Gracia y el amor de Dios y la Salvaci�n que es en Cristo Jes�s.

Lc. 16:19-31; Jn. 3:14-21; Jn. 10:27-30; Jn. 14:1-3; He. 2:1-4; He. 10:26-31; 1�Jn. 5:11-14.

12. De la Muerte y del Estado Intermedio.

a) De la Muerte.

Es la separaci�n del alma del cuerpo y la extinci�n de la vida corporal solamente.

El alma y el esp�ritu ni duermen ni mueren con el cuerpo.

Gn. 3:17-19; Job 30:23; Sal. 90:10; Ec. 12:1-7; Mt. 10:28; Stg. 4:14 y 2:26.

b) Del Estado Intermedio de las almas de los Salvados.

No creemos en la existencia de un "PURGATORIO" para el alma, despu�s de la muerte del cuerpo.

Nuestro �nico PURGATORIO DE TODO PECADO ES LA SANGRE PRECIOSA DEL SE�OR JESU-CRISTO.

He. 1:1-3 y cap. 9:14,26-28.

A la hora de la muerte las almas de los salvados van directa e inmediatamente a la Presencia del Se�or Jesu-Cristo, al Para�so, o Seno de Abraham, la Gloria del Tercer Cielo.

Lc. 23:39-43; Lc.16:22; 2�Co. 5:6-8, comparar: 12:1-4; Mt. 22:32; Hch. 7:55-60 ; Fil. 1:21-25; Ap. 6:9-11 y 7:9-17.

c) Del Estado Intermedio de las Almas de los Imp�os.

A la hora de la muerte las almas de los imp�os van directa e inmediatamente al infierno, entendido dicho estado como una condici�n de pena y tormento sensible y consciente y un lugar de espera del Juicio Final.

Sal. 9:17; Lc. 16:22-31; Lc. 13:28.

All�, en compa��a de los �ngeles ca�dos, esperan el D�a del Juicio.

2�P. 2:4, 9-17; Jud. versos 5-12.

13. De la Esperanza Bienaventurada del Creyente: El Advenimiento Corporal del Se�or Jesucristo, o Segunda Venida del Se�or.

Afirmamos y esperamos, de acuerdo con las Escrituras, el retorno corporal de Se�or, en la misma forma en que ascendi� a los Cielos (Dn. 7:13, comparar Hch. 1:9; Hch.1.10,11). Su venida tendr� dos etapas: (1) del Cielo a la esfera del aire, antes de la Tribulaci�n, para arrebatar a Su Iglesia (Jn. 14:1-3); (2) del Cielo a la Tierra, despu�s de la Tribulaci�n, para establecer Su Reinado Milenial (Mt. 25:31-34).

A) Primera Etapa, antes de la Tribulaci�n.

1�) El Se�or desciende del Cielo a la esfera espacial. (Resurrecci�n y transformaci�n del cuerpo de los salvados; Arrebatamiento de la Iglesia).

A) Cuando la Iglesia est� completa y el tiempo de su testimonio finalice, el Se�or descender� del Cielo a la esfera espacial o del aire (no a la Tierra), con las almas de los que durmieron en �l y resucitar� sus cuerpos. Asimismo, los renacidos que vivi�remos sobre la tierra seremos transformados y todos juntos seremos arrebatados en las nubes para recibir al Se�or en el aire y estar con �l para siempre. (Jn. 14:1-3 ; Ro. 8:11, 18-25, 1�Co. 15:20-23, 40-58; Fil. 3:20,21; 1�Ts. 4:13-18; He. 9:28).

B) El Arrebatamiento de la Iglesia ser� Pre-Tribulacional.

El d�a y la hora no lo sabemos (Mr. 13:32-37), pero la Palabra nos ense�a que la Iglesia del Se�or, integrada por renacidos, ser� arrebatada "antes" de la Tribulaci�n que vendr� sobre la Tierra al final de la presente Dispensaci�n de la Gracia. (Mt. 24).

I. Porque la Tribulaci�n y el Anticristo no podr�n manifestarse hasta que sea "quitado de en medio al que ahora impide" (2�Ts. 2:6-10). El que impide es el Esp�ritu de Verdad, el Esp�ritu Santo (1�Jn.4:4 comparar Jn. 14:17), Qui�n mora y act�a en y a trav�s de la Iglesia que es Su templo, en forma tal, que no permite la obra del "misterio de iniquidad" (1�Co.3:16; Ef. 2:20-22; Fil.2:13-15; Ef. 6:10-20 y 2�Co. 10:3-5; 1�Jn. 4:1-4). Por ello, el Esp�ritu y la Iglesia en la cual mora, deben salir del mundo- cosa que ocurrir� el d�a del arrebatamiento- y reci�n entonces la Tribulaci�n podr� comenzar. Por lo tanto: la Iglesia "debe" ser arrebatada necesariamente "antes" de la Tribulaci�n. El Se�or Jes�s y El Esp�ritu Santo, por Su Deidad y Omnipresencia (Mt. 28:20; Sal. 139:7-12), permanecer�n en y con la Iglesia en el Cielo, pero seguir�n espiritualmente en la Tierra, en forma adecuada al per�odo tribulacional (comparar, Ap. 6:9-17; 14:1 y vs. 12,13).

II. Porque con la Tribulaci�n comienzan las iras: la criminal y blasfemia ira humano-diab�lica (Ap. 6:1-11; 9:20,21; 12:12 b; 16:11,21) y por sobre ella: desde su mero principio, la Justa Ira del Cordero (Ap. 6:12-17 comparar Ro. 1:18 y 2:15) y en su parte postrera, las copas de la Justa Ira de Dios (Ap. 16). Pero la Iglesia no est� puesta para la ira sino para alcanzar salud (1�Ts. 5:9,10). El Se�or nos libr� "de la ira que ha de venir" (1�Ts. 1:10), cosa que har� seg�n Su promesa a la Iglesia "en Filadelfia", libr�ndonos "de" esa hora, no "a trav�s de" ella (Ap. 3:10). Su Iglesia, pues, no pasar� por parte alguna de los siete a�os de la Tribulaci�n. (1�Ts. 4:18).

C) Otras organizaciones ap�statas, religiosas o no, con todos los meros profesantes no renacidos (Ro. 8:9c. comparar Ap. 3:14-22; 1�Ti. 4:1; 2�P. 2:1-3), pasar�n por la Tribulaci�n y ser�n absorbidos por la Babilonia Apocal�ptica (Ap. cap. 17). Solo aquellos que escuchen la voz del Se�or y salgan de ella y sellen su testimonio de fe en Cristo a�n al costo de sus vidas, se salvar�n. (Ap. 14:1-14 y 18:4; Ap. 7:9-17).

2�) Acontecimientos en el Cielo: La Iglesia, luego del Arrebatamiento.

A) Estaremos siempre con el Se�or; gozaremos de comuni�n plena y perfecta; seremos presentados al padre y conoceremos las moradas que El Se�or prepar� para nosotros. (Jn. 14:2,3 y 17:22,24; 1�Ts. 4:17; 1�Jn. 3:1,2; Jud. 24,25; comparar 1�Co. 13:12).

B) Se realizar� el Tribunal de Cristo. (No condenatorio sino galardonador).

I. El Se�or dar� recompensa a cada uno, seg�n lo que hubi�semos hecho por medio del cuerpo en este mundo, seg�n el intento secreto del coraz�n y no por las apariencias. (2�Co. 5:10 comparar Ap. 22:12; Ro. 14:9,10-12; 1�Co. 4:3-5).

II. "El fuego har� la prueba" (1�Co. 3:14,15).

No el "fuego" de falsos "purgatorios". Dios mismo y los ojos del Se�or ser�n el fuego all� (Is. 33: 13-17 y v. 22; He. 12:29; Ap. 1:4). Solo aquello que pueda permanecer ante la mirada del Se�or ser� galardonado (1�Co. 3:5-15).

"Oro, Plata, Piedras Preciosas", soportar�n la prueba.

"Oro": todo lo Santo (Ex. 28:30; Sal. 93:5; 1�P. 1:3-6; Ap. 3:18; He. 12:24). "Plata": cuanto est� de acuerdo con la Palabra de Dios (Sal. 12:6; Pr. 10:20,21; Jn. 14:23,24; Col. 3:16,17; 2�Ti. 3:14-17). "Piedras Preciosas": cuanto de la vida y el car�cter de Cristo, fruto y dones del Esp�ritu Santo, hubi�ramos manifestado (Ex. 28:4-21; y 1�P. 2:3-6; Ro. 8:29,30; Ga. 5:22,23; Ro. 12:4-21; Ef. 4:8-16; 1�P. 4:7-11).

"Madera, heno, hojarasca" (1�Co. 3:12b.), ser�n quemados.

"Madera": naturaleza muerta u obras de la carne (Lc. 23:31 comparar Jud. 12; Ga. 5:19-21, Col. 3:5-9). "Heno": alimento de bestias (Gn. 1:28-30), simboliza lo que es propio del "hombre animal" que no percibe ni entiende las cosas de Dios (1�Co. 2:14). "Hojarascas": hojas sin fruto; meras "apariencias" u obras hechas por pura vanidad, orgullo y ostentaci�n (Mr. 11:12-14; Lc. 13:6-9; comparar Ap. 3:17). Quien no tenga otra cosa no tendr� recompensa ; �l empero ser� salvo mas as� como por fuego (1�Co. 3:15).

III. Galardones y Coronas.

La alabanza del Se�or (1�Co. 4:5; 2�Co. 10:17,18 comparar Mt. 25:21,23; 1�P.1:7). Recompensas a�n por lo mas m�nimo (Mt. 10:40-42; Mr. 9:41; Lc. 14:13,14).

Coronas: "de Gozo", por ganar almas (Lc. 15:10; 2�Co. 1:14; Fil. 4:1; 1�Ts. 2:19,20 comparar Pr. 11:30); "de Gloria", a todo siervo subordinado a Cristo y a Su Palabra (1�P. 5:1-4; Hch. 20:28; 2�Ti. 2:15 comparar Dn. 12:3); "de Vida", Victoria en las pruebas y a h�roes y m�rtires de Cristo (Stg. 1:12 y Ap. 2:10 comparar He. 11:38); de Amor y Constancia (Ap. 3:8-12 comparar Jn. 14:23; 1�Co. 9:24,25; He. 5:10; 10:34-36; 12:1,2; 2�Jn. v. 8); "de Justicia", a cuantos aman la Venida del Se�or (2�Ti. 4:8).

C) Las Bodas del Cordero (Ap. 19:5-9).

I. La Esposa de Cristo es la Iglesia y no la Naci�n de Israel.

Israel, como Naci�n, rechaz� a Cristo, por lo cual no puede ser Su Esposa y pasar� por la Tribulaci�n, al tiempo que las Bodas de Cristo se proclaman en el Cielo.

La menci�n de Jehov� como "esposo" de "Israel" a la cual se acusa de "infiel" (Jer. 3:1-14), se�ala principal y simb�licamente el hecho de que Dios se "despos�" con Israel a efectos de traer el Mes�as (Jn. 4:22) y cuando el Mes�as vino, la "infiel" Israel lo rechaz� (Mt. 27:15-26), infidelidad que a�n sigue y culminar� cuando Israel pacte con el Anticristo (Jn. 5:43). Pero Dios es Fiel y cuando Cristo vuelva a la Tierra e Israel lo reconozca, entonces ser� restaurada y gozar� sus bendiciones en el Milenio y en la "Nueva Jerusalem" (Is. 54:1-10; Zac. 12:10; Os. 2:19,20; Ro. 11:26; Ap. 21:10-12).

La Iglesia, en cambio, es la "virgen pura" (2�Co. 11:2) que El Se�or est� a�n formando (Mt. 16:18)- tanto de jud�os como de gentiles (Ef. 2:11-22)- y que una vez completada, se la presentar� "gloriosa para S�", "santa y sin mancha", cuando sea vestida de lino fino y brillante y Sus bodas sean proclamadas en el Cielo (Cnt. 6:10; Ef. 5:22-32; Ap. 19:5-9).

II. La "Nueva Jerusalem" es tambi�n llamada simb�licamente, "la esposa, mujer del Cordero" (Ap. 21:9-10).

Se dice que esto concuerda con la "tradici�n oriental" que estimaba a una Ciudad como siendo "desposada" con su Gobernante; en este caso con Cristo (Sal. 48:5; Mt. 5:35).

Pero adem�s de ello: B�blicamente, "esposa" o "mujer" tienen el sentido de ser "ayuda id�nea" del var�n (Gn. 2:18). En esa l�nea de "idoneidad", se basa aqu� el simbolismo.

La Nueva Jerusalem fue formada por Dios (He. 11:8-10) con el prop�sito de ser la "morada id�nea" del Se�or y todos Sus redimidos (Ap. 21:3,27), entre los cuales la Iglesia ocupa una posici�n �nica, por ser la real "Esposa" de Cristo (Jn. 3:29 comparar Ef. 3:1-12; 5:22-33) y Su "ayuda id�nea" en santas tareas espirituales (por ej., la actual tarea evangelizadora, Mt. 28:18-20). Esa posici�n y condici�n de "idoneidad espiritual" que es propia y �nica de Iglesia se corresponde con la condici�n de "idoneidad residencial" que es propia y �nica de la Ciudad. Tales similitudes y equivalencias, justifican la calificaci�n simb�lica de "esposa" dada a la "Nueva Jerusalem".

Finalmente: que ambas sean "del Cordero" (Ap. 19:7,8 y 21:9,10), indica que ambas, la "Esposa Iglesia" (con los redimidos que la acompa�an) y la "Esposa Ciudad" (con todas sus excelencias), son dadas por El Padre, al Cordero, como fruto y premio de Su Cruz (Jn. 10:27-29; Ef. 5:25b.; Is. 53:10,11; Sal. 24; Jn. 14:2; Ap. 5:8-14).

III. Las Bodas y la Cena del Cordero; los Convidados y los Servidores.

Las Bodas se realizan en el Cielo y la Cena del Cordero le sigue (Ap. 19:5-9).

Los convidados son, en primer t�rmino, los Santos del Antiguo Testamento. Las palabras de Juan el Bautista: "el amigo que est� en pie, y le oye" (ver Jn. 3:27-29), adem�s de su aplicaci�n al momento en que las dijo, implica la presencia de �l y de ellos como testigos en las Bodas (comparar Ap. 19:5-7) no en sus almas revestidas en vestiduras blancas (comparar Ap. 6:9-11, 2�Co. 5:3) si no, ya en cuerpos resucitados, que es lo m�s indicado. A este �ltimo respecto v�anse los conceptos relacionados de estas Escrituras:

Job. 19:25-27 y Sal. 17:15 con 1�Jn. 3:2 y 1�Ts. 4:14; Sal. 49:15 con Jn. 14:3; Jn. 8:56 con He. 11:38-40; He. 12:1 con Ap. 19:5-7).

En segundo t�rmino participar�n de celebraciones extendidas al Milenio, los Santos y M�rtires de la Tribulaci�n, que resucitan al final de �sta (Dn. 12:1-3; Ap. 20:4).

En cuanto a los asistentes servidores, ser�n los santos �ngeles de Dios (Ap. 19:10 comparar He. 1:13,14 y Mr. 1:13).

Finalmente seremos preparados y alistados para el Reino Milenial de Cristo.

Mt. 5:5; Mt. 19:27-30; Lc. 19:11-19; 2�Ti. 2:12, Ap. 5:10 y 20:4)

3�) Relaci�n y Actitud Cristiana Actual para con el Arrebatamiento de la Iglesia, el Tribunal de Cristo y las Bodas del Cordero.

Nuestra Relaci�n es diaria y directa: Porque el Arrebatamiento puede ocurrir en cualquier momento y debemos velar cada d�a prepar�ndonos para ello (Mr.13:31-37; Tit. 2:11-13). Porque en el Tribunal de Cristo ser�n galardonadas o no, nuestras obras de cada d�a (2�Co. 5:10). Porque en las Bodas las vestiduras de lino fino (Ap. 19:8) simbolizan las obras rectas de los santos (Ef. 2:10; He. 13:20,21) y testifican la fidelidad de la Iglesia como "virgen pura" desposada a Cristo (2Co. 11:2 comparar Cnt. 6:10).

Nuestra Actitud. Debemos vivir cada d�a en ese santo contexto: separados del mundo, rendidos al Se�or, haciendo Su Voluntad. (Ro. 12:1,2; 1�Co. 6:19,20; 1�Jn. 2:13-17 y 3:3; 2�Jn. v. 8; Ap. 3:11,12).

B) Acontecimientos en la Tierra, luego del Arrebatamiento.

Los Siete A�os de Tribulaci�n. (Algunos puntos relevantes).

Una vez arrebatada la Iglesia, en la Tierra comenzar� la prof�tica "semana de a�os" (Dn. 9:27), que corresponde a los 7 a�os de Tribulaci�n y del Anticristo. (Dn. 12:1; Mt. 24:1-30; Lc. 21:25,26; 2�Ts. 2:1-13; Ap. cap. 13)

Se manifestar� la as� llamada "trinidad de maldad": Satan�s "padre de mentiras" (Jn. 8:44); su "simiente", "el hombre de pecado", "la bestia", el Anticristo (Gn. 3:15b; 2�Ts. 2:1-10; Ap. 13:1-10) y la otra "bestia", el "falso profeta", el Anti-Esp�ritu (Ap. 13:11-14; 16:13).

El Anticristo emerger� de entre la Comunidad de Naciones de Europa, (Ex - Imperio Romano revivido: Dn. 7:8,24) y del "pozo del abismo" en sentido Espiritual diab�lico (Ap. 11:7); su gobierno ser� enga�oso, tir�nico y blasfemo; honrar� a "Mauzim" ("dios de las fuerzas"); "pensar� en mudar los tiempos y la ley" y "con paz destruir� a muchos" (Dn. 7:8,24,25; 8:23-25; 11:36-39; Ez. 21:25; Ap. 6:1-8).

Los eventos y juicios de los siete sellos y de las siete trompetas se ir�n manifestando (Ap. 6:1 a 15:8). El Anticristo har� un pacto con la Naci�n de Israel; el templo de Jerusalem ser� reedificado (Dn. 9:27 a.; Is. 28:15-18; Jn. 5:43) y cuando todo parecer�a seguro para los jud�os, del ej�rcito de Gog (Rusia y sat�lites) vendr�n contra Jerusalem, pero Dios intervendr� sobrenaturalmente y lo quebrantar�. (Ez. caps. 38 y 39).

"A la mitad de la semana" (a los tres a�os y medio de Tribulaci�n"), el Anticristo rompe el pacto con los jud�os, profana el templo y exige ser adorado (Dn. 9:27b.; 2�Ts. 2:4), cosa que tambi�n promueve el "falso profeta" (Ap.13:11-14). Los jud�os entonces lo rechazan; el Anticristo se vuelve contra ellos y all� comienza la segunda mitad de la semana, los �ltimos tres a�os y medio, conocidos como "la gran tribulaci�n" (Mt. 24:15-26) y "el tiempo de angustia para Jacob", persecuci�n sin paralelo del pueblo de Israel (Jer.30:4-7); Dios empero lo preservar� (Ap. 12:6) y se�alar� un fiel remanente de 144.000 Israelitas (Ap. 7:1-8); una multitud de gentiles se salvar�; muchos morir�n m�rtires (Is. 26:16-21; Ap. 6:9-11; Ap. 7:9-17).

La Bestia impondr� su marca "666", seis es el n�mero del hombre, pues fue creado en el d�a sexto. Triple "6" implica plenitud humana pero bajo posesi�n diab�lica, orientada a endiosamiento, antropolatr�a y Satanismo (Ap. 13:8-18).

Dios enviar� "dos testigos", cuyos nombres no se dan (Ap. 11:3-6). Por el tipo de "se�ales" y por haber aparecido en el monte de la transfiguraci�n, suelen nombrarse a El�as y a Mois�s; pero m�s indicados son Enoc y El�as, pues ambos fueron llevados al Cielo sin previa muerte (Gn. 5:24 comparar He. 11:5; 2�R. 2:11) y deber�an volver a la Tierra para pasarla (He. 9:27). Adem�s, Enoc fue el primero en profetizar la venida del Se�or "con sus santos millares" en juicio, mensaje imprescindible en los d�as de la Tribulaci�n (Jud. 14,15). Luego de testificar por mil doscientos sesenta d�as, la Bestia podr� matarlos, pero a los tres d�as y medio, Dios los resucita y suben al Cielo (Ap. 11:7-12).

Satan�s y sus �ngeles son arrojados a la Tierra (Ap. 12:11-17). Se vierten las siete copas de la Ira de Dios (Ap. cap. 16). La Babilonia Apocal�ptica es juzgada y con ella los falsos sistemas religioso-pol�tico mundiales (Ap. caps. 17 y 18).

Ej�rcitos del Sud y del Norte avanzan al Medio Oriente en oposici�n al Anticristo (Dn. 11:40-43). Se movilizan doscientos millones del ej�rcito de "los reyes del Oriente" (China y aliados): (Dn. 11:44,45; Ap. 9:14-17 y 16:12). Fuerzas atacan Jerusalem (Zac. 14:1,2). Todos los ej�rcitos convergen al valle de Megido o Armaged�n, entre Samaria y Galilea (Ap. 16:16); la batalla por el dominio del mundo es sin paralelo y horrible. (Dn. 11:44 comparar Ap. 14:20).

"Se�ales" se producen: se oscurecen el Sol y la Luna y sobre ese fondo tenebroso, el Cielo es abierto y a Su luz, se muestra "la se�al del Hijo del Hombre" (Mt. 24:29,30) y aparece El Verbo de Dios al frente de los ej�rcitos celestiales, que vienen en caballos blancos (Ap. 19:11-14). Satan�s incita entonces a todos los ej�rcitos terrenos a unirse ahora bajo el comando de la Bestia y de los Reyes de la tierra, para guerrear contra El Se�or y Sus huestes (Ap. 19:19).

Tales escenas dram�ticas y sobrecogedoras, introducen la Venida del Se�or a la Tierra y marcan el final de la Gran Tribulaci�n.

C) Segunda Etapa de la Venida de Cristo. (Al final de la Tribulaci�n)

(1) El Se�or desciende del Cielo a la Tierra, con Sus huestes y Sus santos, con grande Poder y Gloria y "todo ojo lo ver�".

Mt. 24:30, 25:31, 26:64; Ap. 1:7,8; 19:11-16

a)El Se�or asienta Sus pies en el Monte de las Olivas que se parte en dos (Zac. 14:4). La Bestia y el Falso Profeta son apresados y echados vivos dentro del lago ardiendo con fuego y azufre; todos los ej�rcitos imp�os son muertos con la Espada que sale de la Boca del Verbo de Dios y las aves de rapi�a se hartaron de comerlos (Ap. 19:17-21). Se cumple all� la profec�a de la "Piedra" (Cristo) hiriendo los pies de la imagen del poder�o gentil para establecer Su Reino como Rey de Reyes y Se�or de Se�ores (Dn. 2:34,35,44; Ap. 19:16).

b)Satan�s es atado y encerrado en el abismo por mil a�os. (Ap. 20:1-3).

c)Resucitan los santos de la Tribulaci�n. (Dn. 12:1; Ap. 6:9-11; 13:15,16; 20:4).

d)Israel reconoce al Mes�as, es juzgado, perdonado, reconciliado y restaurado. (Zac. 12:10; Ez. 39:22-29; Mi. 7:18-20; Jer. 33:6-9; Ro. 11:25-29)

e)Las Naciones son juzgadas por su conducta con Israel. (Jl. cap. 3). El Se�or separa a qui�nes entrar�n en el Milenio. (Mt. 25:31-46).

D) El Reino Milenial.

Afirmamos, de acuerdo con las Escrituras, que El Se�or Jesucristo, con todos Sus santos y m�rtires, reinar� sobre la Tierra por mil a�os. (Ap. 20:1-7).

a) Razones para el Reino Milenial del Se�or.

�Cristo debe ocupar el Trono de David (Lc. 1:32,33) y reinar hasta poner a sus enemigos debajo de Sus pies. (1�Co. 15:25).

�El Reino, es la respuesta de Dios al rechazo de los Jud�os (Jn. 19:15-22); al escarnio de los soldados romanos y a la iron�a de Pilatos (Mt. 27:27-30,37); a la oferta ecum�nica del Diablo. (Lc. 4:5-8 comparar Ap. 11:15).

�Porque este mundo fue creado por y para Cristo y tal prop�sito debe cumplirse (Col. 1:16 comparar Is. 9:6). Adem�s, en esta Tierra Su pueblo fue perseguido, afligido y muerto y ahora los mansos deben recibir la tierra por heredad (Mt. 5:5), reinando con El Rey y juzgando al mundo. (2�Ti. 2:12; 1�Ts. 2:12; Ap. 5:8-14).

�Porque debe manifestarse el modo de vida seg�n Dios para con los hombres y entre ellos, as� como con las dem�s criaturas y la Tierra: asimismo, el Gobierno Justo y Santo, bajo El Rey de Reyes y Se�or de Se�ores. (Ap. 19:15,16).

b) Algunas caracter�sticas del Reino Milenial.

(i)La Tierra sanada y renovada. (Sal.67:4-7, 72:16; Zac.14:8; Ez. 47:6-13 comparar Is. 62:1-4).

(ii)Las Bestias ser�n mansas (Is. 11:6-9; 65:25 comparar Os. 2:18).

(iii)Los a�os de la vida humana alargados y las enfermedades reprimidas. (Is. 65:20 comparar Zac. 8:4; Is. cap. 35).

(iv)Cristo regir� con vara de hierro (Ap. 19:15) no tir�nicamente sino con "vara de justicia" (Sal. 45:6,7); el "serm�n del monte" ser� C�digo (Is. 11:1-5; Mt. 5:1-7,27). Habr� paz y justicia social; las armas, vueltas en �tiles de labranza (Is. 2:1-5).

(v)Jerusalem, centro de culto mundial (Is. 2:3); se edificar� el templo (Ez. caps. 40 a 45); los "sacrificios" tendr�n car�cter conmemorativo y did�cticos, mostr�ndose su cumplimiento en Cristo.

(vi)Israel ser� bendici�n; los Jud�os, misioneros por todo el mundo. (Is. caps. 12 y 62, comparar Sal. 37:29-31, Is. 43:21).

(vii) La Tierra ser� llenada del conocimiento de Jehov�. (Is. 11:9 ; Hab. 2:14).

14. De los Acontecimientos Posteriores al Milenario.

A) Satan�s ser� suelto de su prisi�n por un poco de tiempo (Ap. 20:3) y saldr� para enga�ar a las Naciones, "a Gog y a Magog" (poderes de Rusia y aliados, restablecidos), a fin de congregarlos para dar batalla contra los santos y Su Se�or. (Ap. 20:7,8).

Con ello queda manifestada la invariable maldad y rebeli�n del Diablo y asimismo, la invariable maldad de los hombres imp�os que probados bajo condiciones perfectas, demuestran que sus corazones permanecieron en rebeli�n al Rey y Se�or de Justicia y de Paz. No se nos dice como los enga�� Satan�s, pero es presumible que el "padre de mentiras" (Jn. 8:44), lo hizo aparentando que �l se libr� por su propia capacidad y fuerza de la prisi�n de mil a�os, por lo cual unidos a �l podr�an derrotar a qui�n los rigi� por mil a�os.

B) Los imp�os circundan el campo de los santos y la ciudad amada pero de Dios desciende fuego del Cielo que los devora. El diablo que los enga�aba, fue arrojado al lago de fuego donde ya estaban la bestia y el falso profeta y all� ser�n atormentados para siempre. (Ap. 20:10).

C) En cuanto al juicio de los "�ngeles ca�dos" o demonios, que tendr� lugar "en el juicio del gran d�a" (2�P. 2:4; Jud. 6), es l�gico pensar que ello ocurrir� luego del castigo final de Satan�s, pues tienen su mismo destino (Mt. 25:41). Los creyentes seremos asociados del Se�or en el juicio de esos �ngeles (1�Co. 6:3).

15. De la Segunda Resurrecci�n y del Juicio Final.

Afirmamos, de acuerdo con las Sagradas Escrituras, que luego de los acontecimientos inmediatos al Milenario, tendr� lugar la segunda resurrecci�n y el Juicio Final.

A) Ser�n levantados todos los muertos que no participaron de "la primera resurrecci�n (la de "vida" seg�n Jn. 5:29 a., 1�Co. 15:23; 1�Ts. 4:13-18; Ap. 20:4-6) y ellos comparecer�n delante del Se�or Jesucristo, Qui�n sentado en un Gran Trono Blanco proceder� al Juicio y adjudicaci�n del castigo eterno a todos los que no se hallaren escritos en el "Libro de la Vida del Cordero". Estos ser�n echados al lago de fuego (Jn. 5:23, 29 b.; Hch. 17:31; Ap. 20:11-15 y 21:8 comparar Mt. 25:41; Ap. 21:27).

B) El infierno y la muerte ser�n tambi�n echados al lago de fuego. (Ap. 20:14)

16. De los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra.

Afirmamos y esperamos, conforme a las Escrituras, que previa destrucci�n por fuego de los cielos y tierra actuales, ser�n Nuevos Cielos y Nueva Tierra en los cuales morar� la Justicia, donde no habr� mas llanto, ni dolor, ni temor, ni tentaci�n, ni pecado, ni muerte y donde por la Eternidad morar�n los renacidos con Dios en Gloria Inmarcesible. La "Nueva Jerusalem" ser� morada y all� Dios es Su Templo y el Cordero, y tambi�n Su Luz y Lumbrera. R�o de Agua de Vida sale de Su Trono; el �rbol de la Vida dar� Su Fruto y reinaremos por siempre jam�s.

Mt. 5:18 a., y 24:35; 2�P. 3:1-13; Is. 65:17 y 66:22; Ap. caps. 21 y 22.

17. De la Iglesia.

Es un Organismo Viviente, Cuerpo m�stico del Se�or Jesu-Cristo, Qui�n es su Fundador, Fundamento, �nica Cabeza y Pont�fice, Esposo y Se�or.

1� Co. 12:12,13 y 27; Ef. 1:22-23.

En la Compa��a o congregaci�n de los Cristianos Evang�licos, llamados justificados, renacidos, bautizados y santificados por la Palabra de Dios, la Sangre Preciosa del Se�or Jesu-Cristo y el Esp�ritu Santo.

Hch. 20:28; 1�P. 2:9-10; Ap. 7:9-17; Ro. 8:20-30; 1�Co. 6:9-11; 1�P. 1:13-25.

Dios, el Esp�ritu Santo, �nico Vicario del Se�or Jesu-Cristo en la tierra, es qui�n tiene a su cargo la formaci�n y cuidado de la Iglesia, y el crecimiento espiritual de los creyentes.

Jn. 14:15-18,21,23-26; Jn. 16:7-15; Hch. 1:1-9; Hch. 2:4,32; 1�Co. 12:1-13 y 27-28; 2�Co. 3:17,18.

Es la morada de Dios en Esp�ritu aqu� en la tierra.

1�Co. 3:16 y 6:19; Ef. 2:18-22; 1�Jn. 4:12 y 13

Es una Casa Espiritual, Casa del Dios Vivo, Columna y apoyo de la Verdad.

1�Ti. 3:15 y 16; 1�P. 2:1-10

En ella no hay Jerarqu�as.

La Sant�sima Trinidad y la Santa Biblia gobiernan la Iglesia, haciendo efectivo tal Gobierno por los dones espirituales que concede Dios a sus miembros, juntados en uno en la Facultad de la Asamblea Deliberativa donde cada miembro en plena comuni�n tiene voz y voto.

Jn. 17:21-26; Hch. 13:1-4; Hch. 11: 1-18; Hch. 15:1-31. (Ver cap�tulo IV, "De los miembros de la Iglesia" y cap�tulo III, "De la forma de Gobierno").

Sus oficiales son de dos oficios: "Pastores, Ancianos, Obispos, Presb�teros, Ministros", distintos nombres que significan un solo y mismo oficio seg�n el Nuevo Testamento y son entendidos no por Jerarqu�a, sino por dones especiales que el Esp�ritu Santo otorga para apacentar el reba�o, educarlo en la Santa Palabra de Dios, dirigir sus cultos y sus asambleas y velar por su disciplina y bienestar. Luego est�n los "Di�conos" o "Ayudas", que se ocupan de las cuestiones temporales especialmente: administraci�n, tesorer�a, cuidado de bienes e inmuebles y dem�s asuntos econ�micos, pudiendo desde luego predicar y ense�ar si para ello tienen dones espirituales.

Hch. 20:17, 28; 1�Co. 4:1,2; 1�Ti. 4:6 y 14; 1�P. 5:1-4; Fil. 1:1; Hch. 6:1-8; Ro. 16:1; 1�Ti. 3:1-13.(Ver cap�tulo "De los Oficiales de la Iglesia")

Todos los miembros de la Iglesia son hermanos entre s� e hijos de Dios, virtud de su nuevo nacimiento por el Esp�ritu Santo; miembros del cuerpo del Se�or Jesu-Cristo y miembros los unos de los otros.

Mt. 12:47-50; Mt. 25:40; He. 2:11-17. 1�Co. 12:12-27; Ef. 4:1-16.

La misi�n de la Iglesia es esencialmente Espiritual y se expresa, en tal sentido por la predicaci�n del Evangelio de Salvaci�n a los perdidos y por la ense�anza y edificaci�n en la fe de los salvados que constituyen su membres�a.

Mt. 28:18-20; Mr. 16:15-16; Ro. cap. 12; Ef. 4:1-19; Fil. 2:1-15; Col. 3:1-17 y 4:1-6, 16; He. 13:1-21; Stg. 5:7-20; 1�P. 2:1-12. (Ver el cap�tulo 1�, "Fines y Prop�sitos")

18. Del Bautismo.

De conformidad con el ejemplo y mandato del Se�or Jesu-Cristo, practicamos el Bautismo de los creyentes por inmersi�n en agua, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Esp�ritu Santo.

Mt. 3:13-17; Mt. 28:18-20

No bautizamos a los p�rvulos, pues el mandamiento del Se�or Jesu-Cristo y la ense�anza de los ap�stoles, establecen expl�citamente que antes de procederse al bautismo, se debe "DOCTRINAR" o "HACER DISC�PULOS", lo que es s�lo posible mediante la predicaci�n o exposici�n clara y sencilla de las doctrinas b�sicas del Evangelio, para que el pecador comprenda formalmente y realice experimentalmente su necesidad de salvaci�n y sea conducido, por la gu�a y convicci�n del Esp�ritu Santo, al arrepentimiento de sus pecados y a depositar toda y sola fe en la Persona y Obra del Se�or Jesu-Cristo, as� confes�ndolo expresamente con su propia boca y p�blico testimonio personal.

Mt. 28:18-20; Mr. 16:15-16; Lc. 24:46-48; Hch. 2:38; Ro. 10:8-17; comparar 1�Ti. 6:12.

La experiencia personal de la salvaci�n debe, pues, preceder al acto de bautismo. Ser bautizado "en nombre del Padre y del Hijo y del Esp�ritu Santo", sin discernir ni experimentar la Obra de la Sant�sima Trinidad en bien del pecador, -(Ver Cap�tulo II, Art.5�, "De la Salvaci�n"),- no puede suplir el requisito b�blico de que el bautismo se administre como respuesta inmediata a la "DEMANDA DE UNA BUENA CONCIENCIA", que en verdad nada puede demandar si nada hubiere comprendido ni experimentado.

Hch. 2:41-42; 8:26-40; 10:34-48; 11:1-18; 16:27-34; 1�P. 3:20-21.

En cuanto a la importancia y significado del acto del bautismo, afirmamos lo siguiente, de conformidad con las Sagradas Escrituras:

a) En cuanto a su importancia.

a) El ser bautizado es de gran importancia por lo que implica como acto de sumisi�n y obediencia al mandato del Se�or Jesu-Cristo. Siempre es importante obedecer al Se�or y someternos a Su Santa Palabra, que registra promesas de bendici�n a los obedientes.

Mt. 28:18-20; Jn. 14:21-24; Jn. 15:14-15; Hch. 22:16.

b) Aunque el bautismo no es la puerta de entrada a la Iglesia, -pues se ingresa vitalmente a la misma por el nuevo nacimiento, (Jn. 3:3-8; Romanos 8:9-17), con todo, el bautismo es la puerta por la cual entramos a gozar los privilegios de una membres�a activa y en plena comuni�n, tales como la participaci�n de la Cena del Se�or y la integraci�n de las Asambleas Deliberativas donde cada miembro tiene voz y voto. Todo ello reafirma la necesidad de impartir al converso, previamente a su bautismo, una clara y definida, aunque breve y sint�tica ense�anza b�blica que le faculte a discernir dignamente tanto la Ordenanza y acto del bautismo, como la Ordenanza y acto de la Cena del Se�or, as� como los privilegios y deberes inherentes a su calidad de miembro constituyente de la Asamblea Deliberativa. La obediencia a las Ordenanzas, �nicamente as� ser� de bendici�n pues obrarase con discernimiento, al ser instru�das las "nuevas criaturas" b�blicamente, para ser hechas conscientes de sus primeros actos responsables en el seno del Organismo Vivo que es la Iglesia de Dios.

Hch. 2:37-47; Hch. 6:1-6; 1� Co. 10:13-26 y cap. 11:23-32. (Ver cap. IV, "De los miembros de la Iglesia"; Ver cap. VIII, "De las Asambleas Deliberativas")

b) En cuanto a su significado.

Si es importante el bautismo como acto de obediencia al mandamiento del Se�or Jesu-Cristo y como introducci�n al goce de plena comuni�n con la Iglesia, tanto m�s lo es por su profundo significado Espiritual.

a) El acto de INMERSI�N en las aguas del Jord�n, a que Juan somet�a a los pecadores previo doctrinamiento clar�simo acerca de su necesidad de sincero reconocimiento, arrepentimiento y confesi�n de pecado; de verdadero cambio de vida mostrando frutos dignos de arrepentimiento; y de fe en el Cristo que hab�a de venir, Quien como Cordero Vicario redimir�a del pecado y como Se�or Resucitado bautizar�a con Esp�ritu Santo, testificaba de la muerte "en" pecado, reconocida y confesada.

En el acto de EMERGER o subir de las aguas, testific�base la necesidad de muerte "al" pecado y levantamiento a nueva vida, por fe en la persona y obra del Cristo Salvador.

Mt. 3:1-12; Mr. 1:1-8; Lc. 3:1-18; Jn. 1:6-8,19-36; Hch. 19:1-7.

b) El acto de INMERSI�N en las aguas del Jord�n, a que el se�or Jesu-Cristo someti�se voluntariamente, venciendo la mucha resistencia de Juan el Bautista con Su mansa y Santa Palabra: -"Deja ahora; porque as� nos conviene cumplir toda justicia" (Mt. 3:13-15)-, autentic� para siempre el testimonio del agua (1�Jn. 5:7-8), en cuanto a El respecta, como se�al y s�mbolo visible de Su Misi�n Divina de venir hacer el Cordero Vicario provisto por el Amor Divino, para satisfacer la propiciaci�n del pecado demandada por la Justicia Divina.

Pru�base esto para el hecho de que, EN EL BAUTISMO, el Se�or Jesu-Cristo, que no ten�a pecado alguno que confesar ni de que arrepentirse por ser sin mancha y sin contaminaci�n, Santo, Inocente, Limpio, coloc�se humildemente, sin ser pecador, en el lugar del pecador, para ser sumergido en las aguas y levantado de ellas en un acto simb�lico de muerte y resurrecci�n cumplida luego real y f�sicamente en Su crucifixi�n, sepultura y gloriosa resurrecci�n corporal, no por s� ni para s�, sino como Sustituto Santo sobre el cual "Jehov� carg� el pecado" de todos los pobres, cuitados, perdidos, miserables, ciegos y desnudos pecadores, entreg�ndolo por nuestros delitos y resucit�ndolo para nuestra Justificaci�n.

Mt. 3:13-17; Mr. 1:9-12; He. 1:1-4 y 2:9-17; 1�P. 1:17-21 y 2:24-25; Ro. 4:25.

c) Para el cristiano evang�lico, el acto del bautismo encierra profundos significados. En �l, col�case voluntariamente y con toda humildad, en el mismo lugar en que �l se coloc� por nosotros, y que es el �nico lugar en que real y f�sicamente podemos y debemos colocarnos -"las aguas bautismales" - como s�mbolo visible de nuestra tambi�n real, aunque espiritual, identificaci�n por fe viva, con los hechos y beneficios a nuestro favor de Su crucifixi�n, muerte y resurrecci�n.

El acto del descenso por inmersi�n en las aguas y del ascenso por emerger de ellas, es el �nico acto que leg�timamente satisface las exigencias de los significados implicados en su designio: simbolizar visiblemente hechos espirituales; fin de las cosas viejas y principio de las cosas nuevas en Cristo Jes�s; muerte y resurrecci�n; reconocimiento de muerte "en" pecado y de Salvaci�n por Gracia; entrega incondicional para muerte "al" pecado y resurrecci�n a nueva vida , para que, por todo el tiempo que nos fuere concedido vivir aqu� en la tierra seamos no meros cristianos profesantes, sino verdaderos hijos del Dios Viviente, andando en novedad de vida conforme a Su Santa, Agradable y Perfecta Voluntad.

Implica, adem�s, confesi�n de fe en la resurrecci�n de nuestro cuerpo mortal que ser� levantado, en cuerpo inmortal, el d�a glorioso de Su prometido advenimiento, cuando todos los que duerman en los sepulcros, cuyas almas est�n con el Se�or, ser�n levantados sin corrupci�n, y los renacidos que vivan aqu� todav�a, ser�n transformados, y todos juntos arrebatados por el Poder del Se�or para recibirle en los aires.

2�Co. 5:14-19; Ro. 6:3-18; Col. 2:12 y 3:1-17; Ro. 12:1-2; 1�P. 4:1-11; Jn. 14:1-3 y 1�Jn. 3:1-3; 1�Co. 15:50-58 y 1�Ts. 4:13-18.

19. De la Cena del Se�or.

De conformidad con la Instituci�n del Se�or Jesu-Cristo, celebramos la CENA DEL SE�OR, participando de las dos especies - pan y vino- todos los miembros de la Iglesia en plena comuni�n.

Admitimos a hermanos cristianos evang�licos de otras Iglesias, siempre que se trate de miembros bautizados y en plena comuni�n.

Mt. 26:26-30; Mr. 14:22-26; Lc. 22:19-20; 1�Co. 11:23- 32 y cap. 10:15-17, 31-32.

No admitimos las teor�as de la "TRANSUBSTANCIACI�N" ni de la "CONSUBSTANCIACI�N", por contrarias a las Santas Escrituras.

No creemos que por la oraci�n de acci�n de gracias o bendici�n, ("Eucarist�a"), se efect�e por poder alguno, ning�n cambio en las sustancias ni en las esencias del pan y del vino, ni tampoco que las mismas sean acompa�adas por "PRESENCIA REAL" alguna del cuerpo, de la sangre ni de la Divinidad del Se�or Jesu-Cristo.

Las especies, afirmamos, permanecen en todas sus partes como tales: pan y vino, antes, durante y despu�s de la acci�n de gracias. Prueba tal afirmaci�n la propia declaraci�n del Se�or Jesu-Cristo, llamando "FRUTO DE LA VID" a la copa de la comuni�n despu�s que El mismo la bendijo. Asimismo el Ap�stol San Pablo, llam� "PAN" al pan y "COPA" a la copa, todo ello despu�s de la pertinente acci�n de gracias.

Mt. 26:26-29; Mr. 14:22-26; Lc. 22:17-22; 1� Co. 11:24-28

Entendemos y discernimos las especies del pan y del vino, de conformidad con las Sagradas Escrituras, �nicamente como "S�MBOLOS REPRESENTATIVOS" del cuerpo y de la sangre del Se�or Jesu-Cristo, ofrecidos en expiaci�n por nuestros pecados en la cruz del Calvario, una sola vez y para siempre, para reconciliarnos y llevarnos a Dios.

Mt. 26:26, comparar con los siguientes textos: Jn. 6:51-63; Jn. 12:23-33; Jn. 14:6; He. 10:5-10 y v. 19-22. Mt. 26:27-29, comparar con los siguientes textos: Jn. 15:1; 2�Co. 5:18-21; 1�Jn. 4:8-14; Ro. 3:23-25.

El uso del Verbo "SER" en forma aleg�rica o representativa es frecuente en las Escrituras: Gn. 41:25-37; Mt. 5:13-16; Mt. 13:34-43; Jn. 10:7-9; Ap. 1:8; etc.; etc.

Afirmamos, de conformidad con las propias palabras del Se�or Jesu-Cristo, que la CENA DEL SE�OR fue instituida como: MEMORIAL DE SU SACRIFICIO EXPIATORIO Y VICARIO, realizado "por determinado consejo y providencia de Dios", para conmemorar en el tiempo este hecho �nico de la Historia acaecido en la cruz del Calvario.

"Haced esto EN MEMORIA de MI".

Lc. 22:19; Hch. 2:22-24; 1� Co. 11:23-26.

As� como la Fiesta de la Pascua era el Memorial de la liberaci�n del pueblo de Israel de su esclavitud temporal bajo el yugo de Egipto, y de la liberaci�n de la vida de los primog�nitos israelitas por la muerte vicaria del cordero Pascual ofrecido en lugar de ellos (Ex. cap. 12 y 13:1-10), as� la CENA DEL SE�OR es el MEMORIAL que conmemora la liberaci�n y salvaci�n eterna obrada por el Se�or Jesu-Cristo, Verdadero "CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO", sacrificado vicariamente por nosotros llevando sobre s� nuestros pecados para cubrirnos a nosotros con Su Justicia. "Nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros".

Jn. 1:29,36; 1� Co. 5:7-8; 2� Co. 5:18-21.

Asimismo la CENA DEL SE�OR mira el porvenir, como: MEMORIAL DE LA PROMESA del Se�or Jesu-Cristo, de reunir a todos los suyos en el Reino de Dios, lo que ocurrir� plenamente en el d�a pr�ximo de su prometido advenimiento corporal. (Ver item 13 de este cap�tulo)

"Y os digo, que desde ahora no beber� m�s de este fruto de la vid, HASTA AQUEL DIA, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros, EN EL REINO DE MI PADRE" (Mt. 26:29).

"Porque todas las veces que comiereis �ste pan y bebiereis esta copa, la muerte del Se�or anunci�is HASTA QUE VENGA." (1� Co. 11:26).

Participar dignamente de la Cena del Se�or, discerniendo Su Cuerpo, de conformidad con la Palabra de Dios, es causa de profunda bendici�n espiritual, derivada en primer t�rmino de la obra que el Esp�ritu Santo realiza en el comulgante, conduci�ndole a un ex�men de conciencia y promoviendo confesi�n, perd�n y limpieza de pecado, correcci�n y restauraci�n espiritual, comuni�n, crecimiento y santificaci�n, Glorificando al Se�or Jesu-Cristo en la vida toda del creyente que con sinceridad y fe plena, obedece la Ordenanza.

Jn. 16:7-15; 1�Co. 5:7-8 y cap. 11:27-33; 1�Jn. 1:4-10; 1�Jn. 2:1-2; He. 12:1-29; He. 13:8-21.

Los significados de cada paso, en el Orden mismo de la Celebraci�n contienen ense�anzas espirituales y bendiciones que son muy preciosas para los verdaderos creyentes renacidos que participan de ella:

a) La presencia visible de los s�mbolos representativos -pan y vino- apela directamente al ejercicio de la memoria y de la fe.

"Haced esto EN MEMORIA de MI." (Lc. 22:19).

"Esto es mi cuerpo que POR VOSOTROS ES DADO."(Lc. 22:19).

"Esto es mi sangre del nuevo pacto la cual ES DERRAMADA POR MUCHOS PARA REMISI�N DE PECADOS." (Mt. 26:28).

Al ser dirigida la memoria a recordar solemnemente el hecho del Calvario, la fe discierne que el cuerpo y la sangre del Se�or fueron entregados como los de un "CORDERO SIN MANCHA Y SIN CONTAMINACI�N" (1�P. 1:18-21) en SACRIFICIO SUSTITUCIONAL, "POR VOSOTROS, POR MUCHOS" por ser la provisi�n que el Amor, la Sabidur�a y el Poder de Dios prepararon (Lc. 1:26-35; Mt. 1:18-25; Hch. 2:22-36; 1�Co. 1:18-24), para satisfacer las exigencias irrenunciables de Su Justicia y cumplir, por medio del Redentor, el Juicio, Castigo y Expiaci�n de los pecados, a la par que establecer Su Divino Prop�sito de quitar la muerte y sacar a la luz la Vida y la Inmortalidad por el Evangelio. (Jn. 3:16-18; He. 10:1-25; 1�Jn. 4:8-14; 2�Ti. 1:9-10).

b) La oraci�n de "acci�n de gracias" ("Eucarist�a"), expresa la gratitud de los hijos de Dios al Padre de Amor y de Toda Misericordia, por haber PROVISTO "AQUEL" CUERPO Y "AQUELLA" SANGRE DEL SE�OR JESU-CRISTO, para REMITIR SOBRE EL TODOS NUESTROS PECADOS, OBRAR LA EXPIACI�N Y RECONCILIARNOS PARA SIEMPRE CON EL.

Is. cap. 53; 2�Co. 5:18-21; Ro. 8:29-34; Ef. 1:3-7; Ef. 2:1-22; 1�Jn. 2:1-2, etc.

c) El hecho del rompimiento del pan y su distribuci�n, as� como de la distribuci�n del vino, evidencia que "MUCHOS PARTICIPAMOS DE AQUEL UN PAN" y que "MUCHOS SOMOS UN CUERPO", testificando as� la uni�n y comuni�n de todos los miembros del Cuerpo que es la Iglesia con su Cabeza, Pont�fice, Esposo y Se�or que es Jesu-Cristo, en Quien reconocemos han sido juzgados nuestros pecados y de Quien confesamos recibir la Salvaci�n, Vida Eterna y dones espirituales, alimento y crecimiento espiritual.

1�Co. 10:17; cap. 12:7-27; Ef. 4:1-16 y 5:22-30.

d) La acci�n propia del comer y beber, al ingerir las especies representativas, evidencia ejemplific�ndola, la acci�n viva de la fe virtuosa que apropia y asimila la Virtud y Beneficios del Cristo Crucificado.

Ro. 3:23-26; Ro. 5:1-5; 1�Co. 1:30-31, comparar: He. 13:10.

e) El creyente experimenta as� verdadera, provechosa, real y espiritual comuni�n con el cuerpo y con la sangre del Se�or, pero ello no precisamente "EN"o "CON" las especies del pan y del vino propiamente dichas, - SOLO S�MBOLOS- sino "EN" su propio ser espiritual y fuero interno, donde el mismo Se�or Jesu-Cristo mora en Esp�ritu conforme su promesa, e imparte Personal, aunque espiritualmente, al cristiano evang�lico, la Virtud y eficacia de Su Crucifixi�n, as� como la Virtud y eficacia de su Resurrecci�n, manifest�ndose al creyente que ha sido plenamente guiado a la comuni�n espiritual con El, por medio de solemne acto de la Cena y su Memorial.

Mt. 18:20; Mt. 28:20; Jn. 14:18-23; 1�Co. 10:16; Col. 1:19-29; He. 13:20 y 21.

f) Una profunda identificaci�n con el Se�or se realiza por medio del Memorial de la Cena, pues el creyente, al recordar y discernir el sacrificio del Se�or, tambi�n recuerda, rememora y establece, que "su viejo hombre fue juntamente crucificado con El, para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirva m�s al pecado."

Ro. 6:6-14; 2�Co. 5:14-15; Ga. 2:20; 5:24 y 6:14; 1�P. 2:24; 1�P. 4:1-2

g) Por �ltimo, el creyente es grandemente confirmado, consolado y alentado, con la Gloriosa Esperanza de Su Prometido y Pr�ximo Advenimiento, que tambi�n es proclamado por el acto de la Cena del Se�or.

"TODAS LAS VECES QUE COMIEREIS ESTE PAN Y BEBIEREIS ESTA COPA, LA MUERTE DEL SE�OR ANUNCI�IS HASTA QUE VENGA".

1�Co. 11:26; 1� Ts. 4:1-18 y cap. 5:8-28

20. Del D�a del Reposo.

Desde el fin de la Obra de la Creaci�n, hasta la resurrecci�n corporal del Se�or Jesu-Cristo, el d�a de reposo establecido por Dios para descanso de toda ocupaci�n secular y para dedicarlo a ocupaci�n espiritual santific�ndolo para Dios, fue el d�a S�BADO.

Gn. 2:1-3; Ex. 20:8-11 y cap. 31:12-18.

El d�a S�bado conmemoraba tanto el fin de la obra de la Creaci�n como adem�s (para los israelitas a partir de 2500 a�os despu�s de la obra de la Creaci�n), el fin de su esclavitud en tierra de Egipto por la obra de Dios por mano de Mois�s y tipificaba asimismo, el reposo que Dios les di�, luego de 40 a�os, en tierra de Palestina por mano de Josu�.

Dt. 5:12-15; Ex. 16:23-31; Jos. 11:23 y He. 3:7-4:7.

Con la crucifixi�n del Se�or Jesu-Cristo, los S�bados llegaron a su fin junto con todo lo concerniente a la legislaci�n Mosaica; y con la gloriosa resurrecci�n corporal del Se�or Jesu-Cristo, que ocurri� al alba del PRIMER DIA DE LA SEMANA (DOMINGO), qued� establecido para siempre este nuevo d�a como el DIA DE REPOSO PARA LOS CRISTIANOS EVANG�LICOS.

Conmemora el d�a DOMINGO, el fin de la obra de la redenci�n y la victoria del Se�or Jesu-Cristo sobre el pecado, la muerte y el sepulcro y tipifica, tanto el descanso o reposo, que todo hijo de Dios goza ahora por la obra salvadora del Divino Redentor, como al que gozar� en la vida venidera cuando entre a la prometida Patria Celestial.

Os. 2:11; Col. 2:14-17; He. 4:4-11 y 11:13-16; Mt. 11:25-30; Lc. 24: 1-8 y v. 13-43.

Fue en el PRIMER DIA DE LA SEMANA que el Se�or resucit� y apareci� a los suyos; fue el primer d�a de la semana en que ocurri� el derramamiento del Esp�ritu Santo el d�a de Pentecost�s; fue en el primer d�a de la semana que los disc�pulos y ap�stoles celebraban culto a Dios y la comuni�n de la Cena del Se�or, fue ordenanza del Ap�stol San Pablo que el primer d�a de la semana los creyentes apartaran sus ofrendas para el Se�or, y fue en el primer d�a de la semana o "DIA DEL SE�OR" cuando el Ap�stol San Juan, estando "en el esp�ritu" es decir, adorando a Dios, recibi� la gran revelaci�n del Se�or Jesu-Cristo que se registra en el libro de Apocalipsis. Todos estos ejemplos, prueban que el d�a del reposo guardado por la Iglesia primitiva y a partir de entonces por los siglos hasta hoy, para ser dedicado al culto Espiritual del Dios Viviente y reposo de las tareas seculares, FUE Y ES EL DIA DOMINGO. El emperador Constantino en 321 AD., reconoci� civilmente por un edicto el d�a DOMINGO.

Jn. 20:19-26; Hch. 2:1-4; comparar: Lv. 23:15-16; Hch. 20:6-11; 1�Co. 16:2; Ap. 1:10.

La Doctrina B�blica de la Separaci�n

Confesamos, con las Sagradas Escrituras, que la Doctrina de la Separaci�n abarca aspectos personales del creyente y aspectos eclesiales o de la Iglesia del Se�or.

Aspectos personales en la vida del creyente

i)En relaci�n con lo negativo, la separaci�n coopera a la santificaci�n del creyente, pues le requiere apartarse de toda especia de mal y aborrecerlo (1�Ts. 5:22-23; Ro. 12:9b); no amar al mundo ni sus cosas (Jn. 17:9,15,16; 1�Jn. 2:15-17); abstenerse de los deseos carnales (Ro. 8:12, 13; 1�P. 2:1,11); limpiarse de inmundicias y perfeccionar su santificaci�n en temor de Dios (1�Ts. 4:1-7; 2�Co. 6:17 a 7:1).

ii)En relaci�n con lo positivo, la separaci�n es edificante, pues el "apartarse" o "separarse", conlleva el sentido de allegarse "a lo bueno" (Ro. 12:9c), o apartarse "al" Se�or en amorosa sumisi�n y obediencia a �l y a Su Palabra (Prov. 23:26; Ro.12:1,2; Jn. 14:23)

Aspectos de Separaci�n Eclesial B�blica o en orden a la Iglesia de Cristo.

i)Separaci�n de ap�statas y de apostas�as de la fe.

Esto implica separarse de todo individuo o iglesia, Denominaci�n, Concilio y organizaciones sat�lites, que nieguen o "demitologizen" (seg�n dicen) doctrinas tales como: la Inspiraci�n e Infalibilidad de las Escrituras; la Deidad del Se�or, Su nacimiento virginal, Sus milagros, la expiaci�n de nuestros pecados en Su sangre y muerte expiatoria y vicaria, Su resurrecci�n corporal; entre otros Fundamentos de la Fe. Son ap�statas.

Mt. 7:15; Mt. 24:24; 1�Ti.4:1; 2�Ti. 4:3,4; Ro. 16:17,18; 2�P. 2.1 a 3.

ii)Separaci�n de "ecum�nicos" y "ecumenismos"

El "ecumenismo", promueve una amalgama antib�blica de elementos heterog�neos, mediante un "di�logo" de Iglesias Fundamentales como Modernistas, Carism�ticas, Romanistas y Ortodoxas Orientales; extendi�ndose luego a Jud�os, Mahometanos, Hinduistas, etc. Adem�s, con "te�logos de la liberaci�n" o marxistas, con la misma naturalidad que con el "pacifismo". Es sustentado por el "Concilio Ecum�nico" de Ginebra y por Roma.

Su ra�z es pante�sta, su m�todo es inclusivista y sincretista y su visi�n es universalista.

Su meta: una Iglesia Mundial y el ut�pico sue�o "modernista" de "un reino universal" de visi�n social y terrena. Es obvio: su "inspirador" es Satan�s, "pr�ncipe de este mundo" (Jn. 14:30), de la "ecumene" o "tierra habitada" (Lc. 4:5-8); y su destino, la Babilonia Apocal�ptica. "Salid de ella, pueblo m�o", dice el Se�or.

Ez. 22:26; 2�Co. 6:14-18 comp., Ap. cap. 17 y 18:4

iii) Separaci�n de los que transigen y cooperan con modernistas, ecum�nicos y los as� llamados "carism�ticos" (seudo movimiento de lenguas, sanidades, etc.)

Esto requiere separase de creyentes e iglesias, asociaciones de iglesias y movimientos paralelos que transitan "el camino del medio" y hacen de "puentes" entre fieles e infieles. Prof�sanse B�blicos, pero desconocen la Doctrina B�blica de la Separaci�n y hablan de "infiltraci�n" o "cooperaci�n sin transigencia", profesando un tipo antib�blico de "unidad en misi�n" pues, dicen: "la tarea une pero la doctrina divide". Por ello, promueven campa�as unidas de evangelizaci�n, congresos, asociaciones ministeriales y de Iglesias, "obra social", etc. Tal cooperaci�n y comuni�n entre fieles e infieles, unce el "yugo desigual" y fomenta un esp�ritu "ni fr�o ni caliente", contrario a las Escrituras. Lo tr�gico: en vez de "infiltrar" (como pretenden) resultan infiltrados por el error y no se aperciben que "cooperar" con infieles, es transigir y claudicar.

Am�s 3:3; Ef. 5:7; 1�Ti. 5:22; 2�Jn. 8-11 comparar, Ap. 3:15.

Separaci�n de costumbres casu�sticas o pragm�ticas (el fin justifica los medios).

A�n Iglesias que presumen de fundamentales caen en ello. Se trata de m�todos no B�blicos en tareas y campa�as en todos los niveles y etapas. Adem�s, costumbres de gran moda como el uso de im�genes "de Cristo" y cruces en templos, Biblias, etc.; m�sica de ritmo mundano; uso de pel�culas y videos "de evangelizaci�n" con efectos sicod�licos; vestimentas mundanas; etc. Se pretende, adecuarse a los tiempos, olvidando "las sendas antiguas" o consider�ndolas como "r�mora generacional" (Jer. 6:16). Se enfatiza lo social sobre lo Espiritual, con miras a "resultados" num�ricos en menoscabo de frutos espirituales provenientes de m�todos B�blicos. Todo ello es contrario a la Palabra de Dios.

Ro. 12:2; Col. 2:4,6,8; 1�Co. 2:11-16; Ef. 5:6-21.

La Doctrina B�blica de la Unidad Cristiana

1. Confesamos, con las Sagradas Escrituras, que la Doctrina de la Unidad Cristiana es Espiritual en esencia:

a)porque reconoce como su eterna fuente, corriente y dechado, a la Unidad Esencial Espiritual de la Sant�sima Trinidad: "… que todos sean una cosa; como t�, oh Padre en m� y yo en ti, que tambi�n ellos sean en nosotros una cosa…" (Jn. 17:21); "…que sean una cosa, como tambi�n nosotros somos una cosa. Yo en ellos y t� en m�, para que sean consumadamente una cosa" (Jn. 17:22b, 23a).

b)Porque se concreta en el creyente en Cristo, por la engendraci�n del Esp�ritu Santo en la experiencia Espiritual del nuevo nacimiento (Jn. 3:1-16; Jn. 1:12,13; Ga. 4:4-7). Confesamos, por lo tanto, que la Unidad Cristiana es exclusiva de y entre los renacidos, que son hechos hijos de Dios y hermanos entre s�.

2. Por su relaci�n vital con la Persona del Padre, somos Sus hijos (1�Jn. 3:1); por su relaci�n vital a la Persona del Hijo, nos hace Sus hermanos (He. 2:9-12) y se califica como "Unidad en Cristo" (Jn. 17:23a; Ga. 3:28); por su relaci�n vital con la Persona del Esp�ritu Santo, Quien nos engendra y bautiza en el Cuerpo de Cristo (1�Co. 12:13) es "Unidad del Esp�ritu" (Ef. 4:3).

3. En cuanto a la necesidad de su difusi�n, confesamos que las palabras del Se�or: "para que el mundo crea" y "que el mundo conozca que t� me enviaste" (Jn. 17:21 final y Jn. 17:23b), hacen claro que la Unidad Cristiana tiene fases de manifestaci�n y testimonio aqu� y ahora. Tal hecho, requiere la obra del Testimonio de la Iglesia como el "Un Cuerpo" de Cristo (Ef. 4:4a; Hch. 1:8; 1�Co. 12:13,23), que propaga la Unidad por la predicaci�n (Mr. 16:15,16; Ro. 10:8-17; comp. Ga. 3:27) y la consolida por la edificaci�n y crecimiento de la nueva criatura.

Ro. 14:19; 1�Co. 14:3; Ef. 4:12; 1�P. 2:2; Jud. 20,21.

4. En cuanto a su relaci�n con las Escrituras, la Unidad Cristiana es de car�cter "Doctrinal" y abarca "todo el consejo de Dios" (Hch. 20:27), revelado en la Palabra que nos ha sido dada por el Esp�ritu Santo (2�Ti. 3:16,17; 2�P. 1:21, comparar 1�Ts. 2:13). Y siendo que el mismo Esp�ritu que nos ha dado las Escrituras, mora en los renacidos (1�Co. 6:19), y siendo que �stos deben guardar la "sana doctrina" (1�Ti. 4:6; Tit. 1:9), se concluye l�gicamente que entre los hijos de Dios no debieran existir ni perpetuarse, discrepancias en doctrinas B�blicas, ni en la Iglesia local ni en la relaci�n "inter-Iglesias" que confiesan a las Escrituras como la Palabra de Dios y su �nica Autoridad en doctrina y pr�cticas.

Consecuentemente, el "status-quo" prefabricado por el esp�ritu "denominacionalista" que mantiene intocables a las divergencias doctrinales que existen entre Cristianos, equivale a un t�cito "acuerdo para estar en desacuerdo", lo cual afecta a la Unidad Cristiana en su relaci�n con las Escrituras, as� como a la Unidad en el Un Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Adem�s, tal "status-quo" permite que bajo el manto de la "cooperaci�n interdenominacional", se esconda y ampare la perpetuaci�n del error, nada menos que en la Iglesia, que es "columna y apoyo de la Verdad" (1�Ti. 3:15).

5. Por cuanto antecede, afirmamos que las discrepancias en doctrina y pr�cticas B�blicas entre renacidos, no son compatibles con la Doctrina B�blica de la Unidad Cristiana. Por ello, afirmamos que tales discrepancias deben ser declaradas motivo de especial oraci�n e intercambio de estudios B�blicos entre hermanos, bajo la f�rmula B�blica de "Siguiendo la Verdad en Amor" (Ef. 4:15), con el �nico prop�sito de que toda doctrina se ajuste a la Palabra de Dios.

Ver m�s informaci�n en La Doctrina B�blica de la Unidad

El "lema" b�sico del Testimonio "Philadelphia" por la Unidad B�blica entre los hijos de Dios, es normativo y mod�lico:

"�Al Se�or, del todo! �A la Biblia, en todo! �Al Se�or, en plena sumisi�n! �A la Biblia en pleno acatamiento!". Dijo El Se�or: "El que me ama, mi palabra GUARDAR�" (Jn. 14:23-26).